Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris D.Innerarity. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris D.Innerarity. Mostrar tots els missatges

dimarts, 4 de novembre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (5.3)

La responsabilidad del porvenir

Innerarity cita a Birnbacher para esbozar ese nuevo concepto de responsabilidad que “apunte a promover una situación mejor –disposición positiva- y, anticipe las consecuencias de las acciones”. Como se puede leer la concreción de las propuestas son vaporosas en el mejor de los casos, porque al decir de Innerarity “el dilema de la política consiste en cómo gobernar procesos que no son directamente gobernables”. Se trata de reducir riesgos incontrolables que la dinámicas sociales llevan a cabo debido a la lógica de la complejidad.  Procesos que deberían canalizarse a través de “la producción de capital social, bajo la forma de saber compartido, estructuras de cooperación, mediación e informalidad (...)”.



La realidad está lejos de estos intentos de llevar a cabo una nueva responsabilidad en el marco de la globalización. Hemos de pasar de una responsabilidad “ejecutiva” –etapa sólida- a una “garantizadora o infraestructural”.




Innerarity parece empeñado en hablar de la política pero no del Estado, pues, para él, “la retirada del Estado de determinados ámbitos únicamente se justifica en orden al mejor cumplimiento de sus responsabilidades de configuración”. No se trata de evadir responsabilidades, que es lo que parece cuando el Estado se hace mínimo. Llama la atención el liberalismo de Innerarity contraponiéndolo a Toni Judt en su última obra “El món no se’n surt” (Algo va mal), donde plantea la reivindicación de la socialdemocracia y su papel en el estado actual de puesta en cuestión de sus logros.

dilluns, 3 de novembre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (5.2)

Responsabilidad y complejidad

En nuestro modelo de responsabilidad de etapa sólida la responsabilidad se atiene a una dimensión jurídica –penal, civil- y una dimensión moral que no pasa de ser un brindis al sol. Si estos es así, Innerarity recomienda evitar “el reduccionismo causal de la responsabilidad que se agota en la regulación de los daños directos como la expansión ilimitada del principio de responsabilidad (...)”. ¿Cómo crear, pues, este nuevo concepto de responsabilidad?

Innerarity de vale de N.Luhmann – éste es otro de los referentes de Innerarity- y su concepto de “lógica de la complejidad”. Una sociedad compleja supone “una realidad llena de constricciones e interdependencias producidas por la diferenciación y el encadenamiento de efectos sinergéticos”. Para que se entienda, si contemplamos un estanque de agua y lanzamos una piedra, el resultado ya no depende de nosotros, pues, se movilizan fuerzas que escapan a nuestro control, sin embargo, somos responsables de nuestra acción y de los posibles resultados no queridos por nosotros.

Para Innerarity no hay acciones sino procesos sociales que escapan a nuestra voluntad e intención, pero que por esa lógica de la complejidad, adquieren autonomía propia. Característica de estos sistemas es “la incertidumbre cognitiva y la inseguridad normativa se han convertidos por ello en propiedades de las sociedades contemporáneas”. Esta incertidumbre cognitiva explica la necesidad de construir conceptos que permitan entender dichos procesos para poder incidir en ellos. La inseguridad normativa expresa la deficiente construcción de nuestros conceptos actuales para hacer frente a esta “lógica de la complejidad”.



Innerarity utiliza un concepto de rabiosa actualidad, imputación que se conecta a la idea de causalidad, para indicarle una nueva dimensión que “no parta de las intenciones de los autores sino de las consecuencias condicionadas por sus acciones”.  Innerarity trata de conjugar liberalismo con responsabilidad por eso puede afirmar que la “obligación de rendir cuentas no se refiera únicamente a las consecuencias intencionales, previsibles y cognoscibles sino también a los efectos no pretendidos, imprevisibles y desconocidos (...), pero de los que cabe esperar asuman la responsabilidad de esas consecuencias si median buenas razones”.


Así, pues, la responsabilidad no puede quedarse en el ámbito individual, se requiere que incluya la dimensión colectiva. ¿Cómo trasladar esa responsabilidad de lo individual a lo público? Innerarity no se olvida, como hacen los neoliberales del papel del Estado. Éste tiene que asumir un papel activo en la “puesta a disposición de infraestructuras, en la gestión de riesgos colectivos, la disminución de la incertidumbre y la generación de confianza colectiva mediante procedimientos de supervisión y en posibilitar la construcción cooperativa del bien común. ¿Cómo se puede llevar a cabo semejante obra? Llevando a cabo “regulaciones, acuerdos e intercambio de saberes”. En resumidas cuentas, la cuestión que se plantea es ¿cómo construir desde la política una nueva responsabilidad adecuada a los nuevos tiempos?

diumenge, 2 de novembre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (5.1)


¿Quién se hace cargo del futuro? Una teoría de la responsabilidad

Si la realidad es proteica y no se deja gobernar como en la etapa sólida (Z.Bauman), es necesario “un nuevo concepto de responsabilidad”.

¿Un mundo fuera de control?

Seguimos anclados en la etapa sólida, y por ello, exigimos responsables de todo cuanto acontece en nuestra sociedad. Pero nuestros responsables, no parecen capaces de hacer frente a los nuevos tiempos. Por eso, su incapacidad nos resulta tan irritante. Hay una desincronización entre los nuevos tiempos líquidos (Z.Bauman) y las viejas rutinas de la etapa sólida que la identificamos con el estado de bienestar.

Dice Innerarity que “la interconexión significa, por una parte, equilibrio y contención mutua, pero también alude al contagio, los efectos de cascada y la amplificación de los desastres” –por ejemplo, la crisis financiera-. A.Giddens –citado por Innerarity- utiliza la metáfora de un “mundo desbocado” para referirse a la globalización.







¿Por qué reaccionamos tarde a las catástrofes? La respuesta que ofrece Innerarity es múltiple: antropológica, nadie quiere jeremías que vaticinan el fin de los buenos tiempos; ideológica, que en el plano del neoliberalismo afirma el dogma que los mercados no se equivocan nunca. El resultado de esta mala combinación es la reluctancia de los gobiernos a regular los mercados.

Si en el ámbito financiero, existe un aparato matemático para calcular lo incalculable –mercados de futuros, por ejemplo-, en cambio “no sabemos todavía detectar, gestionar y comunicar los riesgos globales” al decir de Innerarity.






La crisis financiera demuestra que la ingeniería financiera al servicio de la especulación es “más frágil que la globalización comercial” y pone de manifestó a su vez, la “dejación de responsabilidad por parte de los Estados, de los bancos centrales y las instituciones financieras mundiales”. La crisis exige algo más que buenos propósitos de aquellos que deberían haber velado por control de esos mercados. ¿Cómo exigir responsabilidades a los responsables? Innerarity apunta a dificultades de carácter sistémico para la responsabilidad, pues, existe una “mezcla de debilidad institucional y fatalismo que caracteriza a nuestros compromisos democráticos”.




divendres, 17 d’octubre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (4.3)


Cuando en el diálogo social se trazan plazos, éstos no pueden eternizarse, pues, corren el riesgo de resultar inocuos y superfluos. Todos diálogo –social- supone resolver conflicto de intereses, por ello, se requiere tomar decisiones, de lo contrario, el diálogo deviene parodia.
La “escasez de tiempo” supone en el ámbito de las decisiones que “no se pueden hacer pronósticos fiables sobre el desarrollo futuro”. Los plazos breves, provocan inevitablemente, nuevas decisiones que hacen más difícil su fiabilidad a medio y largo plazo. Innerarity establece una tipología de las decisiones:

[a] “La planificación como máxima racionalidad”.

[b] “El incrementalismo que caracteriza los tipos de decisión de una racionalidad media” y los modos de

[c] “ Improvisación que se ajustan al criterio de mínima racionalidad en situaciones de elevada complejidad”.

[a]
Hablar de racionalidad, puede parecer algo sencillo, pero no lo es. Tomar buenas decisiones requiere tiempo, hay que analizar todas las opciones, sus posibles “contingencias”, “tratar los objetivos como hipótesis” (Cohen/March, citados por Innerarity). Todo este proceso se lleva mal con la premura de tiempo, y además se requiere una amplitud de mirar que no es fácil de encontrar en nuestros días. Ésta conlleva “la innovación y la creatividad de las decisiones”.

En los procedimientos deliberativos se requiere “la participación de aquellos que, desde perspectivas diversas, puede contribuir a la decisión” (Quinn, citado por Innerarity). La razón de este proceso de participación de “expertos” es que dada la complejidad en la que nos movemos “ningún actor dispone de la capacidad necesaria para hacerse cargo de esa complejidad y la participación puede contribuir a reducirla (...)”.

¿Cómo empieza una crisis como la del 2008? A esta pregunta Innerarity responde con la necesidad de “sistemas de advertencia temprana”. Supone anticiparse a lo irremediable, hay que pasar de la conducta reactiva a una activa. “Se trata de prestar atención a los comienzos”. Éstos siempre parecen inocuos, por eso hay que estar atentos a las “señales débiles” (Anstoff, citado por Innerarity). El problema es ¿cómo delimitar esas señales? Como la opción analizada, supone una racionalidad ideal, hemos de contentarnos con la idea regulativa de lo que debería ser el proceso de toma de decisiones con la máxima información y el mayor tiempo posible, sabiendo que ambos parámetros están muy lejos de satisfacerse.




[b]
La banda ancha, por decirlo así, de las decisiones, se denomina “incrementalismo”, es la racionalidad del “ir tirando”, del “ensayo y error” (Collindrige, citado por Innerarity), en un mundo complejo y cambiante. Como no se puede optar por un máximo, al menos se aspira a un mínimo de racionalidad. Se trata de bajar de lo global a lo local, el problema de esa estrategia es que se “omite la interdependencia de los problemas”, creando a su vez nuevos problemas.

El incrementalismo supone ir paso a paso en la “resolución de los problemas”. Una condición de este proceso es la posibilidad de la “reversibilidad” (Scott, citado por Innerarity). Supone que podemos volver a la casilla inicial, es decir, no cerrarnos los caminos para desandar lo andando.

Este incrementalismo en el orden social se expresa en “simplificar los procesos de negociación y acuerdo”. Introduce dos conceptos del “bargaining” vs “”arguing”. Ambos extraídos de la jerga anglosajona dedicada a analizar los problemas de toma de decisión en un proceso de negociación multilateral. Se trata en “no empeñarse en transformar las posiciones (bargaining) sino dejarlas intactas y proponerse un simple equilibrio en los intereses (arguing)” (March/Simon, citados por Innerarity. Estos procesos de negociación “apuestan más por el equilibrio que por la transformación”.

La racionalidad “media” o incrementalismo se enfrenta al futuro cuando este aparece y hay que tomar decisiones. Sus decisiones son siempre reactivas, y tiende a postergar las soluciones hacia el futuro. Sólo cuando ya no es posible su dilatación en el tiempo se actúa. Así, “los problemas son gestionados, no solucionados en sentido estricto” (Kirsch, citado por Innerarity). Las tomas de decisión en este modelo tiende a incrementar las dificultades que se trasladan al futuro. Sólo hay que pensar en la gestión medioambiental. Estas trasladando los costes a las generaciones futuras.

[c]


La tercera opción es la “racionalidad de la improvisación”. En ella la ausencia es la norma, de planes, de cálculos, de objetivos, de medios, de consecuencias. Como dice Innerarity “se trata de mantenerse en el juego”. Ante esta opción parecería que estamos delante de una opción residual o marginal. Sin embargo, ante realidades complejas, como las que estamos inmersos, este tipo de racionalidad ligada a la toma de decisiones, se convierte en la única opción. No decidir, se convierte en una decisión. A veces las decisiones son más simbólicas que efectivas, estoy pensando en el decisión de Artur Mas y su propuesta de votación el 9-N. Mediante estas decisiones tienen el efecto que se está actuando, aunque las consecuencias sean simbólicas y no reales. Seguir en el juego, tiene la virtualidad de poder actuar más adelante en un terreno más favorable que el presente.


dijous, 16 d’octubre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (4.2)

  • Dimensiones de la complejidad
Vivimos un entramado de racionalidades que al entrecruzarse provocan desajustes irracionales. Por eso es necesario saber en qué terreno nos movemos. Las sociedades actuales se caracterizan por su complejidad, no darse cuenta de ello, es poner la primera piedra de incomprensión de nuestro análisis de la realidad. Innerarity afirma que esa complejidad “puede descomponerse en tres dimensiones: social, cognitiva y temporal, lo que se traduce a su vez en complejidad de las interdependencias, información incompleta y escasez de tiempo”.

Innerarity pasa revista a cada una de las dimensiones mencionadas:

a) dimensión social: la complejidad “procede de las interdependencias sociales”. Una decisión siempre tiene consecuencias, la imagen de tirar una piedra en un estanque produce onda de choque, que si se multiplican produce interacciones complejas. La crisis del 2008 es un ejemplo en el orden económico de las interdependencias. En toda interdependencia existe los siguientes ingredientes: “negociación, influencia y observación”.

Las acciones locales pueden tener consecuencias a escalas impredecible, que a su vez, quedan amplificadas cuando las acciones tienen escala global. Estamos atadas los actores individuales, sociales e institucionales a esta maraña de interacciones que como en el dilema de los prisioneros requeriría los tres ingredientes de los que habla el autor del artículo. Por ello, afirma una idea que es el eje de su reflexión en los textos que han ido apareciendo en los últimos tiempos, esta idea es la complejidad global requiere “instrumentos específicos todavía pendientes de desarrollar”. Hay que decir que Innerarity es de los pocos que son conscientes de esa necesidad. Sus análisis son una tentativa para desarrollar “instrumentos” conceptuales para afrontar la complejidad.



b) dimensión cognitiva: la complejidad en este orden, se sustancia como “información incompleta o escasa”. Vivimos en un mundo lleno de informaciones. La paradoja se expresa en saber que es relevante y que es lo superfluo. Se requieren criterios que permitan centrarse en lo esencial, es decir, que tengan sentido.

c) dimensión temporal: Se expresa como falta de tiempo. ¡ No tenemos todo el tiempo del mundo ¡ La consecuencia es la aceleración. Lo instantáneo es enemigo del futuro. Como consecuencia de la falta de tiempo se eleva a categoría fundamental la idea de plazo. Sin embargo, “el plazo vencido no representa ninguna solución”, si no se ha hecho nada al respecto. Esta idea debe fascinar a nuestro actual presidente de gobierno. Dejar pasar el tiempo, para que los problemas de disuelvan. ¡Es una opción!


Los diferentes subsistemas –sociales, políticos, económicos-, tienen sus propios tiempos, se hace necesario una sincronización –la palabra ha adquirido una hondura de la que anteriormente carecía-, de todos estos subsistemas sino queremos un “abismo de tiempo entre unos y otros” (Wresenthal, citado por Innerarity).

dimecres, 15 d’octubre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (4.1)

¿Cómo se decide el futuro? Una teoría de la decisión

Innerarity constata que el tiempo de las grandes decisiones ha acabado y estamos abocados a la toma de “decisiones modestas” resultado de la incertidumbre en que vivimos. Se pregunta si “¿hay un espacio de racionalidad política que no nos abandone a la arbitrariedad o al azar evolutivo?”.

  •  La sociedad de la decisión

Si las sociedades sólidas se ceñían a las tradiciones para resolver los problemas a los que se enfrentaban, las sociedades modernas se centran en las decisiones. Tomar decisiones se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Incluso, “la no-decisión sólo es posible como decisión” (Beck).  ¿Qué significa tomar decisiones? La toma de decisiones implica riesgo, es decir, en la posibilidad de elegir de manera inadecuada, o sea, tomar una mala decisión.

Una consecuencia de la toma de decisiones es que si hay muchas opciones se puede convertir en un problema que conlleva a “la inseguridad, ambivalencia y desorientación”. En el polo opuesto, este aumento de las opciones supone una “oportunidad de autonomía e innovación”.



Una característica de las sociedades democráticas supone un aumento del “ámbito de lo que se debe decidir”. Sin embargo, esas tomas no son absolutas, pues, toda decisión supone “un entramado en el que los actores políticos dependen a su vez de la acción de otros muchos actores”. Es decir, existe interdependencias, que no siempre son explicitadas.


Una elección supone siempre tener opciones o cursos de acción, no se elige cuando nos enfrentamos a una única opción, por eso es necesario “sondear el espectro de las alternativas”. Elegir, supone, siempre un acto que rompe con la rutina. Pero la elección no siempre es un alivio. Es necesario un cierto equilibrio entre las acciones que elegimos y una cierta estabilidad –rutinas-. Una vida sin rutinas sería imposible sobrevivir a ella. Innerarity constata la existencia de equilibrios –muy precarios- entre la innovación y la estabilización de nuestras instituciones. ¡ No podemos vivir en una perpetua orgía constituyente ¡

dilluns, 28 de juliol del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (3)

Capítulo 3

¿Cómo se conoce el futuro? Una teoría de la prospectiva

La sociedades han aspirado desde la antigüedad a conocer el futuro. Desde oráculos y profecías se ha pasado a la “planificación y prospectiva”. Como dice Innerarity “la política está obligada a ser una peculiar gestión de ese desconocimiento acerca de lo que nos espera, sólo así acertará a descubrir sus verdaderas oportunidades de intervención sobre los procesos sociales”. Desgraciadamente, la realidad actual, parece ir en contra de lo deseable.

  • De la adivinación al conocimiento
“Hemos pasado de concebir el futuro como lo completamente otro, a su moderna domesticación y al actual reconocimiento de su intransparencia”.  La sociedades tradiciones intuían que el futuro estaba determinado, mientras que las sociedades modernas se opusieron a esta idea en dos vertientes:
1.- “contra la idea de que el futuro sea una realidad que ya existe y
2.- contra la fatalidad de un destino inexorable sobre el que no se pudiera intervenir”.

En la actualidad se entiende el futuro como “una cadena compleja de acontecimientos de variada significación que podemos anticipar únicamente por medio de indagaciones acerca de lo verosímil y lo posible”. Precisamente, ese margen amplio de lo posible se llena de toda clase de proyecciones “de esperanzas y miedos”.



  • Necesidad y límite de la prospectiva
Vivimos es sociedades altamente complejas con interdependencias que no siempre somos conscientes de sus dimensiones globales –crisis del 2007-, debida a “cambios acelerados en los ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales”. Lo que en las sociedades sólidas –Z.Baumann-, la idea de un futuro previsible lo atravesaba todo, hoy, en las sociedades líquidas –Z.Baumann-, “la experiencia del pasado valen cada vez menos a la hora de servir como indicación para la acción futura”.

Vivimos, pues, en la paradoja que consiste en necesitar urgentemente lo que nos espera el futuro y la dificultad de adquirir ese conocimiento.  De ahí “la justificación de la prospectiva”.
 Esta prospectiva choca con el movimiento acelerado de nuestras sociedades y además se ve modulada por la “imprevisibilidad de los movimientos iniciados”. Todas estas dificultades explican la nula posibilidad de predecir la próxima burbuja tecnológica o crisis financiara.

  • ¿Qué se conoce cuando se conoce el futuro?

Innerarity define la prospectiva “como el intento de conocer, identificar y valorar las tendencias sociales”. Se plantea el problema aparentemente trivial que consiste en determinar cuándo estamos delante de una novedad. ¿Cómo reconocer lo que no conocemos? Construimos conceptos a partir de la conocido, pero ¿cómo construir nuevos conceptos de lo que no sabemos? Como dice Innerarity estamos atrapados en un dilema: “Se trata de conocer lo relativamente nuevo, en la medida en que lo nuevo consiste en que algo conocido es puesto en un contexto inédito y experimenta una nueva valoración”.

Toda prospectiva lleva consigo tres elementos: “identificación de lo nuevo, observación del presente y orientación hacia la acción”. Por ejemplo, los nuevos movimientos sociales expresan el malestar de nuestras sociedades, los partidos políticos de antaño eran los encargados de ser los altavoces de la sociedades, pero éstos se han convertido en rémoras del pasado, la observación del presente se hace cada vez más compleja, por las interdependencias y derivas imprevisibles de las sociedades actuales, por ello resulta chocante que esos movimientos sociales cuando expresan su descontento lo hagan en clave del pasado, por decirlo así, esos movimientos son resultado de esas nuevas mutaciones sociales, pero estos mismos movimientos no se reconocen como elementos de la nueva mutación. Por último, la orientación hacia la acción, la característica de esos movimientos en su intento de hacer, por ejemplo, el movimiento contra las hipotecas, que ha hecho infinitamente más que cualquier grupo política ha hecho en estos últimos treinta años. Sin embargo, en un entorno global, estas acciones son tan locales que están condenadas a una efectividad limitada. Se requiere de algo más.

  • Futuros inciertos

Hemos pasado de una sociedad sólida que asumía un cierto determinismo en la configuración del futuro, a una sociedad líquida basada en la “incertidumbre” propias de “los sistemas complejos”.

El futuro es aquello que no sabemos que será, porque la configuración de lo que será está por venir, es decir, no sabemos cómo acabará de configurarse ese futuro. Innerarity introduce un elemento fundamental, el futuro que es contingente, abre la posibilidad de “oportunidades” –la expresión parece hacer referencia a las técnicas de marketing, es decir, las rebajas-, requiere de “obligaciones y responsabilidades”.

La aparición de obligaciones y responsabilidades requiere en ese entorno de incertidumbre la acción de la política.



  • ¿Adaptación o configuración?
Una característica de los tiempos actuales es la falta de anticipación respecto a los problemas de nuestra sociedad.  Esto lleva a ir siempre a remolque del presente, todo se convierte en solucionar el aquí y ahora, puesto, que el mañana no existe. La política en esta situación se convierte en reactiva o “reparador de daños”, que normalmente ella misma ha provocado. Se actúa a golpe de titulares de prensa, es decir, se actúa siempre después de lo que ha sucedido.

Los partidos políticos parecen conformarse con ir adaptándonos a los nuevos tiempos, puesto, que la acción política no está en condiciones de liderar una nueva configuración del futuro, por eso se contenta que reaccionar ante lo ya hecho. Por ejemplo, cuando ya ha estallado la crisis financiera.


Innerarity cita a H.Arendt en relación a la superioridad –moral- de las sociedades cuando tienen un proyecto común. Como dice Innerarity “presupone una visión optimista de la realidad social y de nuestras capacidades de combatir el destino que ahora se presenta con diversos ropajes: como aceptación sin crítica de lo que hay”, es la tesis de lo que se denomina pensamiento único, “como pasividad reactiva que sólo se pone en marcha en el registro de la urgencia” y ,por tanto, sin proyecto de futuro; y “como declaración de que otro mundo es posible y para lograrlo bastaría con recurrir a los procedimientos tradicionales”, es decir, la crítica a los críticos que siguen anclados en esquemas que ya se han vuelto obsoletos.


Bibliografía:

Daniel Innerarity: El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política. Paídós Estado y sociedad 165, ed.Paidós, Barcelona 2009.


dimarts, 15 de juliol del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (2)

Capítulo 2

El paisaje temporal de la sociedad contemporánea. Una teoría de la aceleración


La sociedad actual está en aceleración creciente. Este situación se debe a la “alianza entre lógica del beneficio inmediato propia de los mercados financieros y la instantaneidad de los medios de comunicación.”.

Como dice Innerarity: “Es preciso analizar la relación dialéctica entre aceleración y estancamiento, la simplificación del trato con el tiempo que se  sigue de la generalización de la urgencia y las estrategias para combatir no tanto la aceleración como la falsa movilidad.”.

  • Aceleración y paralización
 “Se podría definir el campo semántico de la aceleración en tres dimensiones (Rosa):
a).- Técnica. Se trata del movimiento de personas, bienes e informaciones, así como las velocidades de producción, transformación de la materia en energía y servicios. Son aceleraciones que tienen una dimensión objetiva.
b).- Del cambio social. Es el ritmo en el que se modifican las formas de acción y la orientaciones de una sociedad. (...) Que las sociedades modernas puedan considerarse aceleradas desde el p.d.v. del cambio social significa que disminuye la estabilidad de nuestras referencias, que el presente se comprime, dura cada vez menos (Luhmann, Lübbe, Harvey, Vassehi).
c).- Del ritmo vital. Es una consecuencia de la escasez de los recursos temporales. La cantidad de cosas que uno quiere hacer está por encima de las posibilidades tecnológicas de aumentar la aceleración, lo que se traduce subjetivamente en una sensación de falta de tiempo (...). Vivimos más aceleradamente y de esto las máquinas no tienen la culpa (...)”.



Se da la paradoja que todo está en un perpetuo cambio acelerado “pero tampoco cambian nada esencial, un tiempo en el que pasan demasiadas cosas, y, a la vez, estamos llenos de repeticiones, rituales y rutinas. (...). A esta experiencia se refieren conceptos como “agotamiento de las energías utópicas” (Habermas), “final de la historia (Fukuyama), “cristalización cultural” (Gehlen) o “utopía de la opción cero” (Offe).".

“Siguiendo también en esta clasificación a Harmut Rosa podríamos establecer las siguientes categorías de la desaceleración (2005):
a.- Límites naturales de la velocidad.- (...) con todas las innovaciones relativas a la velocidad se ha modificado también nuestra percepción y nuestro modo de comportarnos frente a ella.
b.- Oasis frente a la aceleración: nichos sociales o culturales que se sustraen parcial o totalmente de la aceleración general.
c.- Ralentización como efecto secundario disfuncional.
d.- Desaceleraciones intencionales: formas de lentitud antimodernas o alterna-tivas, como defensa de la pereza (La Forgue), de la serenidad y la resistencia contra la prisa, como la slow food o el ocio estético.”.

Podríamos buscar en la bibliografía actual de libros de autoayuda toda una batería de sugerencias para frenar esa aceleración. Es decir, empezamos a tener conciencia de la necesidad de darnos tregua, pero sentimos el vértigo de la aceleración. La adrenalina se ha convertido en nuestra principal adicción. La metáfora de la montaña rusa, expresa esa aceleración que te conduce al punto de partida.

  • La cultura de la urgencia

Al decir de Innerarity la cultura de la urgencia surge de la confluencia de “ la simultaneidad, la inmediatez y la urgencia, sobre el trasfondo dominante de determinadas lógicas económicas y comunicativas”.

Una derivada de la inmediatez, es el concepto de proximidad, pero este aspecto positivo, tiene su lado negativo, es la desaparición de las ideas de espera y proyecto, que juegan con el tiempo futuro. ¡Hoy, nadie quiere esperar! Nos hemos vuelto impacientes en grado superlativo. Todo lo queremos ahora, no mañana, o dentro de un tiempo. La espera se nos hace intolerable. Se ha convertido en un agravio, que si entra en la esfera de lo público, se considera un mal incuestionable, por ejemplo, la lista de espera en los hospitales, o bien los servicios de urgencia que se han convertido, no en la excepción, sino en la regla de los usuarios, provocando su colapso al no poder atender a una demanda cada vez más amplia y más exigente. ¡ La gente exige que se le atienda por un resfriado ¡



¿Cómo resolver está angustia por la urgencia? La respuesta de nuestro autor consiste en “ equilibrar la estabilidad y la dinamización: la aceleración, para que se beneficiosa, requiere unas condiciones generales estables que permiten una seguridad y previsibilidad sin las cuales serían imposibles determinadas dinámicas”.



  • Contra la falsa movilidad

Al decir de Innerarity, nuestras sociedades han cambiado la idea de fines y se quedan con los medios, con “una agitación superficial”, un movimiento browniano sin más sustancia que una “huida hacia delante”. Establece una paralelismo interesante entre “progreso y revolución” y su mutación en “movimiento y competitividad”. El contenido sustancial de nuestra sociedad resulta ser la adaptación. Este concepto adquiere rango fundacional para la sociedad líquida (Z.Baumann). Este concepto de adaptación tiene su expresión en la idea de destino “es lo que hay”, o la “inmovilidad”. Por supuesto, la idea de adaptación sólo es válida para  aquellos que sueñan con ser empresarios de su propia vida, es decir, la figura del emprendedor.

Innerarity, cita a Paul Virilio que expresa esa idea de la falsa movilidad con la expresión “paralización veloz o aceleración improductiva”. La idea de aceleración improductiva es una buena metáfora de la economía financiera actual que genera desasosiego generalizado a cambio de ganancias volátiles sólo para unos pocos.

Como vivimos tiempo acelerados, ¿qué hemos de hacer? La respuesta que apunta es “combatir la falsa aceleración”, y para ellos es necesario pertrecharse de la “reflexión estratégica, la perspectiva para encuadrar el instante en un marco temporal más amplio o la protección de lo verdaderamente urgente son, en última instancia, procedimientos para ganar tiempo”. Este ganar tiempo supone introducir “la maduración, la reflexión y la mediación” para no tener que “reaccionar demasiadas veces sobre el modo del impulso” (Cournout).

dimarts, 20 de juliol del 2010

Los retos de la crisis económica (II)


2.- La construcción de la confianza, clarificación de las responsabilidades.

Al decir de Innerarity esta crisis es sobre todo una crisis de responsabilidad. La causa de esta crisis hay que buscarla en la combinación de debilidad institucional y fatalismo. Hay que replantear la responsabilidad social en un contexto global, en que la relación de los agentes sociales no está en consonancia con los resultados globales. El ejemplo de la crisis “subprime” es un buen ejemplo de lo anterior. Desplazar la responsabilidad hacia los otros, sin asumir los riesgos de las consecuencias que semejante conducta puede derivarse.

La nueva responsabilidad ha de llevarse a cabo mediante control y supervisión más que con regulaciones. Eso conlleva repensar una vez más el significado de la confianza –destruida por esta crisis global- y la responsabilidad. Hemos de pasar de la “irresponsabilidad organizada” (U.Beck) hacia una nueva configuración de la responsabilidad compleja (D.Innerarity).




3.- La inteligencia cooperativa.

Los Estados se baten en retirada ante las nuevas constelaciones de problemas que surgen al amparo de la globalización. Las respuestas han sido hasta ahora, unilaterales. Se requiere un nuevo planteamiento que asuma los retos que esta crisis está poniendo de manifiesto. Esta crisis no es como las anteriores. Su carácter global adquiere aquí toda su dimensión dramática. ¿Cómo dar orientación a esta nueva economía?

La falta de cooperación ha sido un factor causal de la presente crisis. Los foros internacionales no han sido capaces de diseñar políticas globales, porque priman intereses particulares. Las posibles soluciones pasan por una mayor coordinación de las políticas de regulación y suspensión financiera.

Nuestro autor plantea la necesidad de una “cooperación cognitiva”, es decir, “crear las condiciones para combinar óptimamente lógicas funcionales heterogéneas, estructuras de gobernanza y recursos de conocimiento, promoviendo de este modo procesos de aprendizaje colectivo”. Hay que decir que resulta excesivamente vaga esa apelación a esta “cooperación cognitiva”. Suena a un incondicionado que no se sabe cómo debería plasmarse en el orden político.

Hay que pasar de la confrontación entre los estados, entre los actores sociales hacia formas de cooperación. Los conflictos y las crisis, han de gestionarse mediante el recurso a la cooperación para resolver los problemas que tenemos planteados. Sin embargo, el autor no parece dar pistas sobre los agentes políticos que deberían llevar a cabo estos procesos.

Apunta lo que denomina “racionalización cooperativa” para llevar a cabo este reto. ¿Cómo fortaleces la previsión, la confianza y la responsabilidad? La respuesta que ofrece consiste en fortalecer el sentido de lo político, es decir, lo público y común, desde los espacios privados hasta lo global. No sé ve cómo deberíamos articular ese sentido de lo políticos si como quiere el autor no está en los debates entre estado y mercado, entre liberales y socialdemócratas donde está la raíz del problema, porque –D.I- los ve como causa del problema.

dilluns, 19 de juliol del 2010

Los retos de la crisis económica (I)


El artículo* de Daniel Innerarity, “La inteligencia de la crisis económica” , nos plantea una serie de reflexiones de alto vuelo que escapa a los tópicos al uso. Precisamente por ello, trataremos de sintetizar el contenido del artículo.

La comprensión de la crisis actual requiere al parecer del autor del artículo de tres ingredientes imprescindibles: 1) capacidad de anticipación de los riesgos colectivos, 2) construcción de la confianza, clarificación de las responsabilidades y 3) inteligencia cooperativa.

1.- La capacidad de anticipación de los riesgos colectivos.

Para  Innerarity el responsable no es tanto los mercados, como una crisis de los Estados, y por extensión de la política. La crisis global en las que estamos inmersos ha dejado sin aliento a los Estados que utilizan recetas antiguas para situaciones novedosas. De ahí su impotencia. Piensa el autor del texto que estamos en un proceso de transición entre el estado del bienestar cuya fuente de legitimidad era la redistribución y la nueva configuración del estado cuya función debería ser la protección contra los riesgos sistémicos. ¿Cómo salvar la redistribución, en un entorno global? La pregunta es fundamental y la respuesta aún no ha sido articulada por los estados.



El autor echa en cara al Estado de un fracaso cognitivo. Se requiere aprender de los errores, desarrollar saberes capaces de hacer frente a los restos de los globalización. Hay un déficit  de conocimientos entre el mercado y los Estados. Estos es así por tres razones según nuestro autor: 1) la competencia de las instituciones financieras, 2) las modificaciones del entorno regulatorio doméstico (estatal) e internacional (global).

No existe una regulación adecuada en el marco de la globalización y este hándicap lo estamos pagando caro. Si el mercado es camaleónico por adaptativo en cambio la política tiende a lo normativo. Hay un comportamiento de orden mágico en el terrero político que supone que una determinada ley –norma- modificará la realidad al gusto del legislador. Este hecho es negativo al parecer de Innerarity, pues, está actitud normativa es un obstáculo para el aprendizaje. Frente a una realidad amenazante se actúa mediante leyes que supone domesticarán la realidad.

Define la política como “lo que hacemos cuando hemos acabado de calcular y sigue sin estar claro lo que hay que hacer”. Los Estados están mal equipados para regular los riesgos del sistema financiero. Su complejidad  hace que el propio estado transfiera su responsabilidad a otras instituciones. La experiencia pasado parece que no ha servido para detectar los riesgos, a pesar que la crisis de las punto.com que fue espectacular, no ha servido de nada. Y ello a pesar de los sofisticados modelos matemáticos para calcular los riesgos.

El autor plantea una cuestión de orden epistemológico. La creencia ciega en los modelos matemáticos y su certeza absoluta. La ilusión de la exactitud, piensa, ha sido uno de los ingredientes del actual estado de cosas. Descubre un hecho obvio, la economía no es una ciencia exacta, pues, está sometida a interpretaciones de sentido. Los contextos han de ser analizados y por ellos se establecen prioridades que son siempre intencionales. Si sin embargo, a pesar de esto, las acciones de los actores son multipolares y en consecuencia no es posible determinar el resultado final de la interacción de múltiples actores.

¿Qué debemos hacer? Su respuesta es “un análisis más profundo del concepto de riesgo y de los procedimientos para gestionarlos colectivamente de acuerdo con procedimientos democráticos y conforme al saber disponible”.  El riesgo es un elemento que depende del contexto. Su lectura requiere de criterios sociales y políticos.

(*) Daniel Innerarity, “La inteligencia de la crisis económica” .Claves de razón práctica, nº 198 Diciembre 2009.

dimarts, 17 de febrer del 2009

Hospitalidad inhóspita. Conclusiones


1.- Las certidumbres de la era industrial –Estado de bienestar-, es sustituido por un horizonte de “precariedad”. En esta nueva etapa “sociedad líquida” (Z.Bauman) aparece un nuevo fenómeno de carácter estructural: la exclusión social.
2.- ¿Cómo combatir la exclusión social? Para combatirla es necesario reconstruir la solidaridad social y ampliar nuestra comprensión de los derechos sociales hacia una nueva “ética de la hospitalidad” (.D.Innerarity).
3.- La exclusión social hay que tratarla desde una lógica de la “inclusión social”. Ésta supone la necesidad de reformular la relación entre la economía y la política. El Estado de bienestar suponía que la redistribución de renta era consecuencia de un modelo de aseguramiento y solidaridad.
4.- Este modelo en la “sociedad líquida” es la que está en cuestión. La aseguración se ha desvinculado de esa solidaridad mecánica. En esta situación la lógica individualista prima sobre cualquier idea de solidaridad.
5.- Para forjar esa “ética de la hospitalidad” que suponga la “inclusión social” es necesario reivindicar el trabajo como concepto central. El trabajo permite reafirmar la autonomía personal y la integración social. La política debería forjar vínculos sociales para fortalecer esa dimensión solidaria.
6.- El problema de esa dimensión solidaria, requiere explicitar las diferencias entre los individuos y de ahí la necesidad de configurar un nuevo “contrato social”. Frente al “velo de la ignorancia” (J.Rawls) aparece la idea de reivindicar la diferencia aceptando la desigualdad.
7.- Las diferencias y las desigualdades en “la etapa sólida” (Z.Bauman) o industrial eran entendidas en términos de clase –económica-. Sin embargo, en esta fase líquida los factores son de índole cultural.
8.- En el ámbito económico y el político no debe haber tal abismo para establecer nexos de unión. El Estado ha cegado esta unión y debería reintroducir al individuo en lo “social y colectivo”.
9.- Hace una crítica de la “renta básica” o “indemnización universal” porque oscurece precisamente esa relación entre lo social y lo económico. En este modelo el asegurado podría cultivar su mundo privado –diferencias-, sin preocuparse de los demás –dimensión social-.

10.- La solución a la inserción no es más aseguramiento, sino más solidaridad a través del trabajo –actividad social-, lo que permitiría “configurar los derechos sociales bajo la forma de derechos de ciudadanía”.

divendres, 13 de febrer del 2009

Hospitalidad inhóspita (y V)

D. Política y economía.
El tema central de esta última entrega es la relación complicada y deficiente a juicio de D.Innerarity existe entre ambas esferas. La existencia de un horizonte de precariedad hace que se “ rompen los vínculos sociales, como la lealtad, la responsabilidad o la cohesión”. La precariedad se ha instalado en el horizonte laboral y existencial. Existe una separación entre el desarrollo económico y el desarrollo social. Este proceso es el que actualmente está en el centro de la crisis actual y de ahí las dificultades para encontrar recetas para salir de esta situación.
En la actualidad se tiene la certidumbre que la política está al servicio de la economía, lo social al servicio del beneficio económico, pero”no puede ser tan grande la distancia entre el consumidor individual que busca el máximo de satisfacciones y el ciudadano consciente de sus responsabilidades en materia de cohesión social y de protección de la naturaleza”. Entre el agente egoísta de la economía y el ciudadano virtuoso, debe existir un nexo común, lo que llama “una dimensión societaria”. El problema de este nexo está en unas fronteras aparentemente insalvables. Piensa que mientras las barreras “del estado y la sociedad, entre lo público y lo privado” estén cerradas o incomunicadas seguiremos en la dinámica de un estado encargado de aplicar ciegamente una solidaridad mecánica y ciega al componente cívico.
“La otra frontera que debe relativizarse es la que separa la esfera económica de la social. Acabamos pensando que los salarios, los precios, los beneficios, los impuestos y las cotizaciones no tienen nada que ver con las relaciones sociales”. El divorcio entre economía y sociedad está en buena medida cegado por la función del Estado.Su función debería pasar por reintroducir al individuo en lo “social y colectivo”. El Estado debe tener objetivos y según D.Innerarity este es la inserción del individuo en las esfera del trabajo que abarca las esfera de lo social y económico.
Unos de los aspectos más sugestivos del texto es su crítica a la renta básica y la indemnización universal que según él, “reposan sobre una ocultación de la realidad social. Se naturaliza el paro, en vez de politizarlo.”. Piensa que este modelo podría subsistir dentro de la lógica economicista sin que repercutiese en su dimensión ciudadana. Unos ciudadanos que cultivarían sus propias preferencias sin tener que preocuparse por los demás, conduciría, viene a decirnos, en una sociedad más aislada y atomizada la solidaridad.
Se plantea la siguiente cuestión: “¿cómo pasar de una sociedad de indemnización a una sociedad de inserción? La respuesta se ha apuntado hace un momento. La reintroducción del individuo a la esfera del trabajo permitiría “configurar los derechos sociales bajo la forma de derechos de ciudadanía”.

dimarts, 10 de febrer del 2009

La hospitalidad inhóspita (IV)

C. La nueva equidad.

El presente apartado aborda una interesante diálogo entre D. Innerarity
y John Rawls. El diálogo empieza con la acusación de que el estado providencia partía de la idea de justicia como aseguramiento para todos. Lo social era entendido como riesgo frente a las eventualidades de la vida moderna. Pero esta manera de ver las cosas, según Innerarity, se fundaba en lo que Rawls llamaba “velo de la ignorancia” – Victoria Camps, en su libro “La imaginación ética” nos habla con claridad sobre el tema-. Pero este velo, viene a decir su interlocutor, ha sido desvelado, pues, se pregunta: “¿qué pasa cuando se sabe quienes son los ricos y los pobres?”.

Las diferencias en Rawls sólo eran admisibles si “pueden beneficiar a los más desfavorecidos”, supone “el desconocimiento de los destinatarios”. La desigualdad social de nuestras sociedades no es producto, según Innerarity, de la división de clases, sino “ de factores de edad o formación”. Los procesos de exclusión que afectan a grupos sociales extensos, hacen que la globalización o mundalización se vean con agentes disolventes de la solidaridad. Piensa Innerarity que la visión de Rawls de la justicia está vacía de virtudes políticas y se asemeja más a un “proceso lógico y mecánico”.

La respuesta a Rawls de Innerarity es la necesidad de profundizar y diferenciar “a los individuos, político y circunstancial”. La gestión de los conflictos –es decir, la política-, requiere consensos “sobre las categorías de lo justo y lo injusto” que va más allá de la igualdad mecánica que propugna Rawls.


Al decir de Innerarity, Rawls prefiere una solidaridad puramente mecánica –procedimental- a la necesidad de una “dimensión voluntaria”. “El velo de la ignorancia”, suponía que cualquiera podía estar en situación de vulnerabilidad, pero en la actualidad, nos hemos hecho transparentes, no queremos velos, pues, imaginamos que sabemos dónde estamos –principio de la diferencia-. La nuestra sociedad aspira a las diferencias, pero esto tiene costes, pues, aparecen tensiones derivadas de las diferentes posiciones con respecto a la exclusión.

“El Estado sería mejor aceptado cuando los mecanismos que pone en marcha sea explícitos para todos” (Rosanvallon). Es decir, existen demasiadas “irregularidades” de todo orden que hacen de esas irregularidades sea el lubricante del funcionamiento del Estado –“los pequeños privilegios, la extrema heterogeneidad de la condicional salarial, la falta de equidad en el trato fiscal.”-.

La democracia no es solo consenso –Rawls-, sino disenso –J.Muguerza-. La dinámica actual del Estado de bienestar como “una máquina para realizar transferencias entre generaciones está produciendo desequilibrios inéditos”. Por ello es necesario un nuevo contrato que vaya más allá de la “reducción de las desigualdades” e integre nociones como “equidad intergeneracional o una nueva igualdad de oportunidades”. Estás ideas suponen repensar el modelo de equidad cuyo ejecutor era el Estado de bienestar –modelo impersonal y ciego a la política-, por otro modelo.