dissabte, 1 d’agost del 2009

La inflexión posmoderna: Una estética de la representación


La posmodernidad sería la última esperanza que nos queda ante ese fenómeno que adquiere carácter de ley inmutable de la naturaleza: la globalización. Si eso es así, ¿con qué armas contamos para hacerle frente? Y la respuesta que nos ofrece este último apartado del libro de Samaniego* nos deja sin demasiadas opciones.

1.- Habíamos caracterizado a la posmodernidad como la capacidad de hacer desafinar todos los metarelatos que legitiman a nuestra sociedad líquida (Z.Bauman). Así que para empezar, la vida es vista como espectáculo. Queda descartado la intimidad. El reality show "Gran Hermano" nos ilustra sobre la idea de intimidad. Como en el "Show de Truman" todos están conectados para ver las peripecias que padece -por efecto del guión- el protagonista. La posmodernidad habría puesto de manifiesto que ese Show es el que estamos viviendo. Todos seríamos Truman Burbank viviendo esa realidad que nos parece real, pero que en el fondo es una pura "representación".





2.- ¿Quién hace el papel de Christof? Para la posmodernidad la propia dinámica de la globalización. No hay un consejo de administración que dirige la representación, sino una red difusa que se extiende y se capilariza en un poder que nos es ajeno (alienación) y a su vez nos tiene en nómina. La visión del poder no es vertical (sociedad sólida), sino horizontal (sociedad líquida).

3.- La posmodernidad es descreída, por ello reivindica desafinar en todas los órdenes de la vida. Es una forma de resistencia. ¿Cómo resistir? En el ámbito del arte, por ejemplo, se puede luchar a través de las "instalaciones". Este arte se caracteriza por ser "anamórfico" (es decir, es una forma de hacer ver al espectador aquello que nos interesa que vea). Lo característico de las "instalaciones" es su movilidad. Cualquiera podría ser un "instalador", por ejemplo, colocar en el Guggenheim de Bilbao un futbolín con figuras de barbies, y esperar que los curiosos se acercarán y jugarán, se habría creado una "obra artística total".




4.- La posmodernidad no cree en la utopía, cuestiona el presente, no le gusta y por ello quisiera integran arte y vida. OLYMPIC MAN MOVEMENT dels Joglars (1981) representaba una apuesta por integrar arte y vida en un mensaje "ambiguo". La posmodernidad hubiera rechazado esa apuesta. La posmodernidad al decir R.Hughes representa la "cultura de la queja".

5.- Si vivimos inmersos en el Show, entonces, no hay ni intención ni contexto que importen. En la etapa sólida (Z.Bauman) esos dos caracteres eran importantes. Pero ¿qué pasa ahora en la etapa líquida (Z.Bauman)? Ahora lo que conviene es el "corta y pega". La representación ha tomado forma de fotomontaje. No se requiere ser un genio, sino tener el programa adecuado para parecer un genio. Photoshop permite hacer maravillas con las fotografías digitales. El único auténtico problema es tener imaginación, pero en esto siempre se puede "copiar" y modificar con lo que la "autoría" queda borroso.

6.- Hal Foster ha podido hablar de una segunda posmodernidad denominándola "de resistencia". Ésta se opondría aquellas corrientes posmoderna de raíz neoconservadora, cuyo objetivo sería desafinar. Es decir, parodiarse a sí misma como forma de autodestruirse. En el mar proceloso del arte, dar gato por liebre parece un ejercicio que se ha realizado con extraordinario furor. Me imagino a ese artista que hace una "instalación" con sus barbies. ¿Nos toma el pelo? ¿No distinguimos entre arte y provocación?

7.- ¿Puede esta segunda posmodernidad vincularse a la modernidad? ¿Cómo expresarla? Este intento de sintetizar arte y vida ha sido puesto en cuestionamiento. Jameson propugna "intentar elaborar mapas cognitivos de esas misma reestructuración social producida por el capitalismo como sistema global".

8.- La posmodernidad quiere pero no puede, alberga el espíritu de resistencia pero no parece estar en condiciones -ante el avance del capitalismo global- de hacerle frente. Sin embargo, la sociedad posmoderna (sociedad líquida) deberá enfrentarse ante sus propias contradicciones. ¿Debemos rendir pleitesía a las fuerzas económicas como si fuesen leyes intemporales? ¿Se podrá seguir manteniendo la asimetría existente en el mundo globalizado? ¿Se podrá legitimar unos gobiernos -democráticos- que abdican de sus obligaciones sociales y políticas en aras de esas fuerzas "impersonales" de la economía?


* Alberto Ruiz de Samaniego, La inflexión posmoderna: los márgenes de la modernidad. Col.Hipecuakal, ed.Akal, Madrid, 2004.