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dilluns, 30 de desembre del 2013

Auto de fe (9)

La convalecencia 

Después de la caída, Kien paso seis semanas en cama recuperándose. Kein no quería estar inmovilizado. Teresa tenía todo el tiempo del mundo para hacer sabe Dios qué. Un día se levantó tropezando con el marco de la puerta y derrumbándose en el suelo. Teresa lo castigo dejándolo ahí en el suelo como señal de lo que no debía hacer sin su permiso.

Teresa estaba contenta con esta nueva situación que hacia ser dueña de la casa. Cuidaba a su marido. Repasaba su escritorio en busca de su tesoro: el testamento. Kien en su cama deliraba y nombraba a su hermano. Teresa temía por su herencia. Teresa le había dado por hablar sin parar. Kien no podía hacerla callar. Una catarata de reproches salía de su boca. Recitaba una especie de mantra que repetía una y otra vez. Kein pensó: “ ¡Qué injusto!, puedo cerrar la boca cuando quiero y apretarla a mi antojo; y en el fondo, ¿para qué sirve una boca? Su misión es recibir alimentos; pero ¡está tan bien protegida! Las orejas, en cambio, están expuestas a cualquier tipo de ruidos” (pág.131)

Teresa había perdido el pudor y se expresaba sin miramientos. Le preguntaba por sus cuentas bancarias, por su dinero. Kein no podía entender a esa criatura que no le interesaban sus libros, excepto, las cuentas bancarias.

Cada día a las diez de la mañana aparecía el diligente portero para acompañarlo durante una hora. El portero tenía su propio interés en estas visitas. “El temor de perder su propina mensual fue abriéndose paso en él” (pág.133). Durante esa visita el portero hacía gala de su discurso habitual: ¿Cómo había que tratar a las mujeres? La respuesta del portero era brutal y simple: a golpes. El héroe de la portería de la calle Ehrlich 24, era una autoridad en el arte de pegar a las mujeres y pensaba que todo hombre tiene el derecho y el deber de hacerlo.



Mientras uno hablaba, Kein dejaba volar su imaginación pensando en secreto e una lista de sus pecados, anotados con fecha y hora. En ese duermevelas, el portero acaba por adquirir perfiles de lansquenetes. Un ser anodino con una vida anodina era metamorfoseado en un personaje tan incongruente como el portero.

El portero a las once de la mañana se levantaba para dar por concluida la visita.  ¿Qué hacia Teresa en esa hora? Pues, trabaja. ¡Estaba haciendo inventario de la biblioteca! Un sistema “genial” de anotación le permitiría saber que tenía.


Kein, después de seis semanas, empezaba a respirar mejor. Teresa empezaba a recortar sus peroratas, cuando eso sucedía Kien podía cerrar los ojos y se dejaba vencer por un sueño reparador.

Auto de fe (8)

La muerte  



En este capítulo Teresa conoce a su “amigo” Guarro de la mueblería Gross & Madre. Quiere que le financie sus sueños. Teresa quiere complacerlo.Hablan de planes, donde Kein está muerto: veneno, accidente, finalmente, Teresa paga la cuenta y el atractivo dependiente no quiere saber nada de su “amiga”. Teresa frustrada se encamina a su casa y para sorpresa de ella Kein yace en el suelo, parece muerto. ¿Cómo es posible? Busca un testamento que no aparece, finalmente va en busca del portero, este imagina su momento estelar en los juzgados. Todo se disipa cuando Kein que había caído y perdido momentáneamente la conciencia, empieza a recobrarla. Teresa se siente frustrada, ya se veía dueña de la casa y del dinero.



diumenge, 28 de juliol del 2013

Auto de fe (7)


Capítulo 7

 
Movilización

 
Resumen: El capítulo explica la relación con el portero del inmueble de la calle Ehrlich 24 y Kien. Teresa ha salido de compras y Kein inicia una revolución para asegurar sus bienes más preciados: los libros.

 

Desarrollo:

 
Describe al portero, un personaje oscuro en su tarea intimidatoria contra pobres y pedigüeños que se atreven a entrar en el edificio de la calle Ehrlich 24  . Kien lo utiliza para deshacerse de su cama. El portero piensa que lo llama para golpear a su mujer, pero no. Es el mueble. Kien habla, ¡él que considera el silencio como el fundamento de su vida!, se disponer a hablar a sus libros. ¿Qué le está pasando?

 
En su discurso se detiene ante su némesis: la quema de libros ocurrida el 213 a.C, por orden del emperador chino Shih Huang Ti, a instancias de su primer ministro Li Ssu. “Toda la tradición oral debía ser abolida al mismo tiempo que la escrita “(pág.108). Solo se salvaron los libros de bricolaje: “toda una morralla de manuales prácticos” (pág.108)

 

El final de Li Ssu es un pequeño bálsamo contra la monstruosidad perpetrada. “Cargado de cadenas, condenado a recibir una paliza de mil bastonazos y posteriormente –Kien se siente renacer- en el mercado de la ciudad de Hien-Yang fue partido en dos con una sierra (...). Toda su estirpe fue exterminada, mediante la decapitación” (pág.108-9)

 
 


En su discurso los pone en guardia ante las maquinaciones de Teresa. “Tened la seguridad de que empezará por los más ilustres de vosotros, aquellos por los que puedan pedir el rescate más elevado” (pág.111).

 


La arenga llega a su cénit mediante cinco principios fundamentales: 1) que nos encontramos en estado de guerra; 2) que los traidores serán sometidos a un juicio sumario; 3) que el mando supremo está centralizado: yo soy el general en jefe del ejercito, vuestro caudillo y único oficial; 4) que todas las distinciones derivadas de la antigüedad, prestigio, importancia y valor de los combatientes quedan abolidas (...); 5) que la consigna es “Kung” (pág.113)
 

De estos cinco puntos el más polémico, sin duda, es el apartado4.  La primera acción bélica fue poner los lomos de todos los libros hacia el interior, no quería dejar pistas.

 

diumenge, 14 de juliol del 2013

Auto de fe (6)


Capítulo 6

¡ Mi querida señora!

 

En este capítulo Teresa sigue su implacable reconquista de su “nueva casa”. Ella necesita también una cama. Kien tiene una, pero ella sigue durmiendo en su antigua cama de sirvienta. 

El “matrimonio” no se ha consumado y Teresa se consume. Él en su despacho todo el día y ella ¿qué hace? Pues se queda detrás de la puerta de Kien, espiando. Kein abre la puerta y Teresa está a punto de caer, ella se indigna. 

Quiere una cama y piensa en conseguirla. Teresa va de tienda en tienda, pues, quiere saber precios. Piensa en muebles caros para poder pasarle la factura a Kien y quedarse con un mueble más barato. Así la diferencia irá a parar a su cuenta corriente. 

Teresa le anuncia a Kien que no piensa cocinar. Teresa cree que puede presionarlo, pero Kien ve una oportunidad de oro para que desaparezca durante el día. Kien le alienta para que visite tiendas de muebles. Llega a una tienda donde un dependiente dicharachachero le dice: “¡Mi querida señora!” (pág.93) encandilándola para conseguir su objetivo: la venta. 

La voz del dependiente le suena a Teresa como “mantequilla” que embriaga sus oídos, pues, Teresa se debate entre sus deseos insatisfechos y el decoro debido.

 


El dependiente le expone una máxima moral: “La felicidad conyugal no pasa sólo por el estómago, pasa también por los muebles, sobre todo por el dormitorio, y yo diría que todavía más por las camas, si, por las camas de matrimonio como quien dice” (pág.95) 

El dependiente parece tener la estatura del director o propietario de la tienda, pero no, él es un empleado. La empresa de muebles es Gross & Madre. El Sr. Gross es pequeño y parece poca cosa, el dependiente sabe manejarlo, no así a la madre de Gross, que es la auténtica propietaria. El dependiente se apellida Guarro. Teresa quiere invitarlo a un almuerzo, pero él no está interesado por ella y si por la venta. El jefe le invita a Guarro para que vaya con la clienta. Cuando van a salir del establecimiento el Sr. Guarro le dice a Teresa con su voz de mantequilla: “¡Usted primero, mi querida señora!” (pág.100)
 

diumenge, 7 de juliol del 2013

Auto de fe (5)


Capítulo 5 de Auto de fe. Un flamante mobiliario

 

Síntesis: El capítulo se desarrolló a través de los cambios que Teresa impone en su “nueva” casa. Cambios que afectan a la reorganización del espacio de Kein.

 
El capítulo empieza con una queja de Teresa:

“-No pienso comer sola en la cocina como una criada. La señora de la cosa come en una mesa.

-La mesa no existe.

- Es lo que siempre digo: tendría que haber una “ (pág.69)

Teresa está dispuesta a llevar una revolución doméstica en su nueva casa. Se empieza por la mesa, sigue por eliminar el dichoso diván, por una cama decente y un nuevo aguamanil.

 



Teresa ha persuadido a Kein de la necesidad  de imponer nuevos cambios, en la configuración de las habitaciones ¡quiere igualdad de derechos! ¡En las comidas, Teresa habla y no para! Y Kein, quiere que pare de hablar. Acaban firmando un “contrato” donde estipula la nueva situación:

“ Declaro que todos los libros guardados en las tres habitaciones que me corresponden son legítima propiedad de mi marido, y que nunca y bajo ningún concepto se efectuará cambio alguno en dicha propiedad. Por la cesión de las otras tres habitaciones me comprometo a guardar silencio durante las comidas “ (pág.70)

Teresa no puede hablar en las comidas, pero Teresa busca otra hora para seguir su campaña de cambios. Teresa intercepta a Kein antes de su paseo matutino para lanzarle una nueva carga de profundidad: -“ (...) Yo no podría dormir en ese diván (...). En una casa decente debe haber una cama decente” (pág.70-1)

Teresa le reprocha la dureza del diván-cama. Kein, no da crédito a la insolencia de ella. ¿Cómo sabe ella, que el diván-cama es dura? ¡Kein se había olvidado de ese episodio catastrófico en el que Teresa se quitó la falda-mejillón y se recostó en el diván después de deshacerse de los libros que  lo cubrían!

La visión de Kein de ese episodio se le representa de nuevo: “Un monstruo mitad mujer desnuda y mitad blusa, dobló con cuidado las enaguas y cubrió los libros con ellas, como un sudario” (pág.72)

En su diván-cama, Kein pensaba en lo dicho por Teresa. Kein, resolutivo salta de su diván y se dirige hacia la habitación de Teresa, ¿él era el hombre!. Al entrar Teresa no daba crédito que él entrará, ¡por fin! “Se levantó de la cama sin hacer ruido, se quitó el camisón y se puso las enaguas guarnecidas de encajes” (pág.72) Teresa esperaba que su marido consumará el matrimonio, pero Teresa vio que no iba por allí los tiro. Kein dijo: -“ ¡Mañana  se me comprará una cama!- rugió él. Ella no contestó-. ¿Entendido? (pág.73) ¡Teresa volvió a la cama y fantaseo con un hombre!

Al día siguiente traen la cama y además, ¿Oh sorpresa! Un aguamanil. ¡Y todo al mismo precio! ¡Teresa si sabe comprar! Kein está fuera de sí. Su vida con Teresa se le hace insoportable. Por eso Kein le prohíbe a Teresa que entre en su estudio. “ Pues Kein aspiraba silencio como otros aspiran aire” (pág.77).

Kein se lanza a elucubraciones encerrado en su estudio acerca de la naturaleza de los libros, ¿son inorgánicos?, pero “¿quién ha demostrado fehacientemente la insensibilidad total de lo inorgánico?” (pág.78)
 
Se sentía prisionero en su propia casa. ¡Maldita Teresa! Al lavarse la cara experimentaba un cierto alivio al cerrar los ojos. Cerrar los ojos se convirtió en una necesidad, así no tendría que ver esa cama y todo lo que Teresa había hecho. Cerraba los ojos y realizaba las tareas cotidianas con una sensación embriagadora. Sintió una nueva percepción en ese estado

“La ceguera es un arma contra el tiempo y el espacio. (...). El principio dominante en el cosmos es la ceguera” (pág.83). “A la manera de Berkeley “Esse percipi: ser es ser percibido; lo que yo no percibo, no existe” (pág.84). Kein se consuela cerrando los ojos para no ver como Teresa ha trastocado su antiguo mundo.
 

diumenge, 30 de juny del 2013

Auto de fe (4)


Seguimos nuestro resumen de Auto de fe. Primera parte. Una cabeza sin  mundo. Capítulo El mejillón (4).

El capítulo se inicia con la boda. Una boda acorde con los espíritus tristes de los contrayentes. Intimidad. Los testigos también están a la altura del acontecimiento. Un mozo de cuerda y un “alegre remendón”. Éste se llama Hubert Berendinger, era aficionado a las bodas, aunque él no tuviera intención de casarse jamás.
 
En el registro civil se hizo las formalidades oficiales. Kein miraba las actas en lugar de la novia. El sí de Kein parecía cualquier cosa, menos el sí de unos apasionados amantes. Hubert estaba decepcionado por la falta de boato. Aquello no era una auténtica boda. Kein no besaba a la novia ¿a qué esperaba? ¿tal vez a la noche?

Hubert se despide de la “feliz pareja” dando un abrazo a Teresa y tocando de paso sus pechos. El día de su boda era como cualquier otro día, ¿por qué debía ser diferente? –pensaba Kein-. Tomaron el tranvía, Kein piensa al instante que debería haber dejado a Teresa subir primero. Kein pago los billetes y el cobrador entregó los billetes a Teresa.

El tranvía se fue llenando de viajeros. Se sentó una mujer delante de Kein con cuatro niños pequeños y ruidosos.

Kein piensa en su hermano Georg. Un profesional de éxito, ginecó-logo  en París, que Kein consideraba un traidor por no haber estudiado psiquiatría. Llevaban ocho años en los que no intercambiaban cartas, debido, según Kein, a la volubilidad de Georg.

Pensaba que con su matrimonio, sería una buena excusa para reanudar su relación y pedirle consejo. “¿Cómo había que tratar a esa criatura tímida y reservada?” (pág.58)

Teresa dice “los niños los últimos”. Kein se lanza a sus propias cavilaciones. “Nunca había pensado en tener hijos” (pág.59) Tener hijos supone lo innombrable ¿Conoce Teresa estos asuntos?  ¡Caute!

En medio de tales cavilaciones, la madre de los cuatro niños se levanta y le dice a Teresa “¡Qué suerte la suya, que aún sigue soltera”! (pág.60). Teresa queda petrificada y dolida. Los pasajeros quedaron expectantes, un muro de silencios cómplices acompañó esas palabras que parecían un ultraje. La causa de todo era que “el mundo estaba contaminado de amor a los niños” (pág.61). Los Kein, por fin, pudieron bajar del infernal tranvía, no antes de tener que escuchar “Lo mejor que tiene es esa falda”.” Un auténtico baluarte”. “¡Pobre hombre!”. “Risotada general” (pág.61).  Kein dirige su mirada a Teresa. “Esa falsa era parte de ella como la concha lo es del mejillón” (pág.61)
 
 

¡Tendrá Kein que quitarle el mejillón! Subir las escaleras hasta su baluarte, pero hoy todo era dificultoso. Aparece el pequeño Metzger que acusa a Teresa de no dejarlo entrar en casa de Kein, y diciéndole lo que su madre le había dicho: “-Sí, mi madre dice que no debería insolentarse, que es solo una criada” (pág.63)

Kein pierde los estribos y zarandea al pequeño y acaba abofeteándolo. El pequeño sale volando y acaba aferrándose en la falda de Teresa.

Kein intenta abrir pero no encuentra las llaves, definitivamente, hoy todo sale mal. Teresa acaba abriendo. Entran en el piso y Teresa abre el dormitorio de Kein y anuncia un ominoso “Enseguida vuelvo”. Kein está sólo. Evita mirar el diván, lo mejor es entrar en la biblioteca. Kein, piensa, ¿qué debo hacer? ¡lo que debe hacerse! Pero ¿dónde hacerlo? El lugar natural parece el diván. Kein está aturdido, imaginar un mejillón gigante en el diván. Borra esas imágenes absurdas, y empieza a surgir una idea genial, cubrir el diván de libros. “No elige obras mediocres por no ofender a su mujer” (pág.66)

“-¡Ya estoy aquí!” (pág.67). ¡Se ha quitado la falda-mejillón! ¡Envuelta en enaguas!, lleva la blusa puesta. Teresa se dirige al diván y con brazo barre todos los libros al suelo.
 
 

Teresa se quita las enaguas, las deja encima de los libros. “¡Ya está”! El problema es que Kein no  está, acaba de huir al lavabo, el único espacio en el que no hay libros. Sentado en el retrete, llora.
 

diumenge, 23 de juny del 2013

Auto de fe (3)


En el tercer capítulo se titula “Confucio el casamentero”.

Tratar de resumir el libro es imposible, porque la belleza del texto, su manera de expresarse, hacen de ella una tarea prohibitiva. Y sin embargo, ahí va el resumen:

Como cada día Kein sale a dar su paseo matutino, como es domingo, las calles se encuentran felizmente vacías. A él este días le incomoda, pues, no sabe cómo gastar un días que los demás gastan inútilmente. El niño de la escalera ha ido a casa de Kein para poder contemplar los libros que le había vagamente dicho que vería. Teresa lo ha echado, pues, el señor no estaba en casa.

Habla de la educación o mejor, de la mala educación que todo lo invade.Teresa utiliza sus palabras para lanzar una diatriba contra los malos modos de los jóvenes y por extensión de todo el mundo. ¡Nadie está dónde debería!  Mientras Teresa sigue hablando, Kein que no escucha con facilidad acaba por prestar oídos a lo que dice Teresa.


Al escuchar esas palabras Kein va en busca de un libro Ari Hakuseki y lee lo que dijo el erudito japonés. Hablado de la forma de trabajar, del esfuerzo y la concentración necesaria para acabar el trabajo. Kein se fija en que Teresa está concentrada en la lectura. Kein siente la tentación de ser Pigmalión, enseñar a la que no sabe.

El niño vuelve a llamar a la puerta, pero Teresa lo despacha con cajas destempladas para admiración de Kein. Kein empieza a pensar en la posibilidad de ayudar a Teresa en la aventura del saber: “viejas estudiantes tardía”. Kein se debate ante la posibilidad que Teresa pueda interesarse por los libros, pero “Los libros están totalmente indefensos ante la gente inculta” (pág.42).

Kein tiene un largo sueño donde las pesadillas se dan la mano. Aztecas, fuego, libros ardiendo, demonios, espantosas imágenes de los condenados y Kein intentando salvar a los libros que arden con suma facilidad.

Después del sueño, empieza a cavilar sobre la posibilidad horrorosa que su biblioteca pudiera ser pasto de las llamas. ¡Veinticinco mil volúmenes! Kein es previsor, la biblioteca está asegurada...

Kein empieza a recomponer su sueño en un ejercicio de introspección:

“ (...). Dos días antes, Kein había mirado unos códices miniados mexicanos, uno de los cuales representaba el sacrificio de un cautivo por dos sacerdotes disfrazados de jaguares. El encuentro casual con un ciego, ocurrido pocos días antes, le había hecho pensar en Eratóstenes, el anciano bibliotecario de Alejandría. El nombre de Alejandría evoca en cualquiera el incendio de la famosa biblioteca. En una xilografía medieval, cuya ingenuidad le hacía reír siempre, se veían unos treinta judíos que, entre las llamas de una hoguera, seguían salmodiando tenazmente sus plegarias. Admiraba a Miguel Ángel, cuyo Juicio Final ponía por encima de todo. En él, los pecadores eran brutalmente arrastrados al infierno por demonios despiadados. Uno de los réprobos, quintaesencia de la angustia y la desolación, se cubría con la mano su cobarde cabezota, mientras unos demonios tiraban con fuerza de sus piernas: nunca había querido ver la desgracia ajena ni tampoco la propia, que ahora lo abrumaba. En lo alto, un Cristo nada cristiano condenaba con brazo firme y poderoso. Con todos estos elementos se había elaborado aquel sueño” (pág.46)


Es evidente que Kein había de haber leído, con mucho provecho, sin duda, la Interpretación de los sueños de S.Freud. Su pesadilla no era más que una mala pasada de sus temores y ansiedades, pero ¿qué es lo que provocaba semejante estado?


En la vida de Kein, empezaba siempre con la frase “¿Ya levantado?” que Teresa pronunciaba cada mañana. Kein recordaba que le había dicho que le prestaría un libro. Concluye que lo que debe leer es una novela. Pero ve peligros: “acaban por erosionar el carácter más firme” (pág.46). “Las novelas son cuñas que el escritor, ese histrión de la pluma, va clavando en la hermética personalidad de sus lectores” (pág.47).

Kein de manera brusca, le entrega un libro Los calzones del señor Von Bredow. El libro era de su época escolar, cuando aún deja los libros a otros. ¡Estaba desgastado y sucio!

Teresa cogió el libro y lo cubrió como su fuese un bebé. Forró el libro, Kein no daba crédito a lo que veía. ¡Teresa trata los libros mejor que yo!. Ante semejante muestra de cariño por parte de Teresa para con los libros, Kein la pone a prueba. Le pregunta que haría en caso de incendio, y la respuesta de Teresa es ¡Salvar la biblioteca! (pág.48). Kein estaba desconcertado ante las muestras de inteligencia de Teresa. Tenía dudas acerca de la sinceridad de Teresa.  Con la excusa de beber agua entró en la cocina, Kein observó como el libro estaba abierto por la página 20, y Teresa llevaba unos guantes para no dañar al libro. Teresa le dice a Kein que “-Releo doce veces cada página, si no, una no disfruta” (pág.50)

Kein pide consejo ante esta nueva situación, y se la pide a Confucio. Kein tenía la manía de hablar con sus sabios enclaustrados en su biblioteca. Teresa lleva ocho años a su servicio, pero hasta ahora no se había dado cuenta que existía. Confucio le da el siguiente consejo:

“ Observa el comportamiento de la gente, considera los móviles de sus acciones, examina aquello que los satisface. ¿Cómo podría alguien ocultarse? ¿Cómo podría alguien ocultarse” (pág.52)


Kein se pregunta que hasta ahora nunca se había fijado en nadie, pero Teresa le ha despertado. Ocho años ciego, ¿para qué sirve el saber? Confucio: “Errar sin enmendarse es lo que se llama errar. Si cometes una falta, no te avergüences de enmendarla” (pág.53)

Kein parece resulto a deshacer esos ocho años ciego,  entra en la cocina como un elefante en una cacharrería y le espeta: “¡Quiero que sea mi esposa!” Teresa no había esperado una decisión tan rápida. Inclinó, conmovida, su cabeza al otro lado y replicó con orgullo, luchando contra el tartamudeo: “¡Servidora!” (pág.54)

dissabte, 15 de juny del 2013

Auto de fe (2)


En segundo capítulo lleva por título El misterio (2). En este capítulo aparece otro de los personajes centrales Teresa Krumbholz. Ésta aparece en escena como ama de llaves. Kein necesita de ayuda en las tareas domésticas. Teresa no es joven, 48 años, y el anuncio de Kein pidiendo ama de llaves le atrae. Acostumbrada en su antigua casa a los requerimientos de una familia vulgar la posibilidad de una casa con un único patrono no le parecía mala cosa. ¿Ganaría más dinero? Lo cierto es que Kein acepta a Teresa para el puesto. Teresa pragmática quiere saber cuánto ganará, la respuesta de Kein es olímpica, “-Lo que usted quiera –dijo él con indiferencia y dio un portazo” (pág.29).

 


Teresa entró en un nuevo territorio inexplorado, una biblioteca. Las costumbres de su patrón empezaban a las 6 de la mañana. El mobiliario de Kein era espartano. Los muebles eran un cáncer para su biblioteca. Lo que ocupaban los muebles se lo quitaban a sus preciosas estanterías. Así que no había muebles, excepto su mesa de trabajo. De las 6 a las 7 de la mañana Kein anda envuelto en misterio. Teresa quiso saber que hacía su patrono. ¿Escondería secretos inconfesables en su biblioteca? A partir de su paseo se ponía en su mesa trabajando todo el día. Después de las 6,15h hasta las 7 ¿qué hacía Kein? Teresa quería saberlo.

Cuando Kein se iba a su paseo matutino, Teresa empezó a repasar las estanterías una por una y libro por libro para saber que se escondía detrás de esa biblioteca. La mesa de estudio tenía un dispositivo que al abrir alguno de sus cajones emitía un pitido, era su sistema de seguridad. Teresa fue avanzando y descartando ideas absurdas a medida que no encontraba nada en su búsqueda. Finalmente, pudo saciar su curiosidad. Lo que sucedía era que Kein buscaba cinco o seis libros seleccionados de su biblioteca para llevárselos en su cartera para su paseo matinal. ¡Nunca salía de casa sin su pequeño tesoro! Teresa decepcionada, pensó que semejante extravagancia merecía ser tenida en cuenta, ¡nunca se sabe!
 

diumenge, 9 de juny del 2013

Auto de fe (1)


Auto de fe de Elias Canetti, OC III, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Cada semana tengo la intención de reseñar los capítulos de esta obra esencial de Canetti.  Será algo así como una novela por entregas (30). 
 
En el capítulo “El paseo” (1) aparece el personaje central Peter Kein, sinólogo, excéntrico, que tiene una pequeña charla, él que no se molesta en hablar a nadie, con un niño, delante de una librería. A Kein le llama la atención el interés del niño por los libros, su pasión. Después de despedirlo con un vago compromiso para que el niño pueda ver su biblioteca, vuelve a su rutina habitual paseándose entre las siete y las ocho, de la mañana, a la búsqueda de algún libro, mientras se pasea, oye una conversación extraña. Alguien pregunta por una calle, al parecer el interpelado no dice nada, y el interlocutor amablemente vuelve a preguntar, Kein está pensando que la calle por la que preguntan es justamente la que están transitando. El tono de la conversación sube de tono, las preguntas se hacen más  apremiantes, “Oiga, ¿está usted sordo?” (pág.15). Sube el nivel de indignación de la persona que ha preguntado por la calle Mut. Finalmente, desesperado lanza un empujón contra la persona que no responde, ¿resulta que era nuestro mudo profesor Kein!

 
Kein en su despacho labora en su estudio anotando minuciosamente todo cuanto le ha sucedido. Su memoria era prodigiosa. En su tarea esa capacidad es de mucha ayuda. Sus notas las apuntaba en un cuaderno  cuyo título era ESTUPIDECES. Apuntó lo sucedido en su paseo matutino. Claro que entre lo sucedido y su interpretación quien salía peor parado era quien tuvo la ocurrencia de preguntar por la dichosa calle Mut.

Su biblioteca era la más importante de la ciudad. Vivía en la calle Ehrlich, número 24, cuarto. Su casa era su biblioteca. Vivía para ella y se sentía como pez en el agua. ¡Cómo alguien puede no tener una pequeña biblioteca! Toda su vivienda está al servicio de ella. El único que apenas tenía espacio era Kein. Mientras los libros ocupaban toda la casa.