diumenge, 23 de juny del 2013

Auto de fe (3)


En el tercer capítulo se titula “Confucio el casamentero”.

Tratar de resumir el libro es imposible, porque la belleza del texto, su manera de expresarse, hacen de ella una tarea prohibitiva. Y sin embargo, ahí va el resumen:

Como cada día Kein sale a dar su paseo matutino, como es domingo, las calles se encuentran felizmente vacías. A él este días le incomoda, pues, no sabe cómo gastar un días que los demás gastan inútilmente. El niño de la escalera ha ido a casa de Kein para poder contemplar los libros que le había vagamente dicho que vería. Teresa lo ha echado, pues, el señor no estaba en casa.

Habla de la educación o mejor, de la mala educación que todo lo invade.Teresa utiliza sus palabras para lanzar una diatriba contra los malos modos de los jóvenes y por extensión de todo el mundo. ¡Nadie está dónde debería!  Mientras Teresa sigue hablando, Kein que no escucha con facilidad acaba por prestar oídos a lo que dice Teresa.


Al escuchar esas palabras Kein va en busca de un libro Ari Hakuseki y lee lo que dijo el erudito japonés. Hablado de la forma de trabajar, del esfuerzo y la concentración necesaria para acabar el trabajo. Kein se fija en que Teresa está concentrada en la lectura. Kein siente la tentación de ser Pigmalión, enseñar a la que no sabe.

El niño vuelve a llamar a la puerta, pero Teresa lo despacha con cajas destempladas para admiración de Kein. Kein empieza a pensar en la posibilidad de ayudar a Teresa en la aventura del saber: “viejas estudiantes tardía”. Kein se debate ante la posibilidad que Teresa pueda interesarse por los libros, pero “Los libros están totalmente indefensos ante la gente inculta” (pág.42).

Kein tiene un largo sueño donde las pesadillas se dan la mano. Aztecas, fuego, libros ardiendo, demonios, espantosas imágenes de los condenados y Kein intentando salvar a los libros que arden con suma facilidad.

Después del sueño, empieza a cavilar sobre la posibilidad horrorosa que su biblioteca pudiera ser pasto de las llamas. ¡Veinticinco mil volúmenes! Kein es previsor, la biblioteca está asegurada...

Kein empieza a recomponer su sueño en un ejercicio de introspección:

“ (...). Dos días antes, Kein había mirado unos códices miniados mexicanos, uno de los cuales representaba el sacrificio de un cautivo por dos sacerdotes disfrazados de jaguares. El encuentro casual con un ciego, ocurrido pocos días antes, le había hecho pensar en Eratóstenes, el anciano bibliotecario de Alejandría. El nombre de Alejandría evoca en cualquiera el incendio de la famosa biblioteca. En una xilografía medieval, cuya ingenuidad le hacía reír siempre, se veían unos treinta judíos que, entre las llamas de una hoguera, seguían salmodiando tenazmente sus plegarias. Admiraba a Miguel Ángel, cuyo Juicio Final ponía por encima de todo. En él, los pecadores eran brutalmente arrastrados al infierno por demonios despiadados. Uno de los réprobos, quintaesencia de la angustia y la desolación, se cubría con la mano su cobarde cabezota, mientras unos demonios tiraban con fuerza de sus piernas: nunca había querido ver la desgracia ajena ni tampoco la propia, que ahora lo abrumaba. En lo alto, un Cristo nada cristiano condenaba con brazo firme y poderoso. Con todos estos elementos se había elaborado aquel sueño” (pág.46)


Es evidente que Kein había de haber leído, con mucho provecho, sin duda, la Interpretación de los sueños de S.Freud. Su pesadilla no era más que una mala pasada de sus temores y ansiedades, pero ¿qué es lo que provocaba semejante estado?


En la vida de Kein, empezaba siempre con la frase “¿Ya levantado?” que Teresa pronunciaba cada mañana. Kein recordaba que le había dicho que le prestaría un libro. Concluye que lo que debe leer es una novela. Pero ve peligros: “acaban por erosionar el carácter más firme” (pág.46). “Las novelas son cuñas que el escritor, ese histrión de la pluma, va clavando en la hermética personalidad de sus lectores” (pág.47).

Kein de manera brusca, le entrega un libro Los calzones del señor Von Bredow. El libro era de su época escolar, cuando aún deja los libros a otros. ¡Estaba desgastado y sucio!

Teresa cogió el libro y lo cubrió como su fuese un bebé. Forró el libro, Kein no daba crédito a lo que veía. ¡Teresa trata los libros mejor que yo!. Ante semejante muestra de cariño por parte de Teresa para con los libros, Kein la pone a prueba. Le pregunta que haría en caso de incendio, y la respuesta de Teresa es ¡Salvar la biblioteca! (pág.48). Kein estaba desconcertado ante las muestras de inteligencia de Teresa. Tenía dudas acerca de la sinceridad de Teresa.  Con la excusa de beber agua entró en la cocina, Kein observó como el libro estaba abierto por la página 20, y Teresa llevaba unos guantes para no dañar al libro. Teresa le dice a Kein que “-Releo doce veces cada página, si no, una no disfruta” (pág.50)

Kein pide consejo ante esta nueva situación, y se la pide a Confucio. Kein tenía la manía de hablar con sus sabios enclaustrados en su biblioteca. Teresa lleva ocho años a su servicio, pero hasta ahora no se había dado cuenta que existía. Confucio le da el siguiente consejo:

“ Observa el comportamiento de la gente, considera los móviles de sus acciones, examina aquello que los satisface. ¿Cómo podría alguien ocultarse? ¿Cómo podría alguien ocultarse” (pág.52)


Kein se pregunta que hasta ahora nunca se había fijado en nadie, pero Teresa le ha despertado. Ocho años ciego, ¿para qué sirve el saber? Confucio: “Errar sin enmendarse es lo que se llama errar. Si cometes una falta, no te avergüences de enmendarla” (pág.53)

Kein parece resulto a deshacer esos ocho años ciego,  entra en la cocina como un elefante en una cacharrería y le espeta: “¡Quiero que sea mi esposa!” Teresa no había esperado una decisión tan rápida. Inclinó, conmovida, su cabeza al otro lado y replicó con orgullo, luchando contra el tartamudeo: “¡Servidora!” (pág.54)

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