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dilluns, 25 de gener del 2021

Reseña: El perdedor radical (I)

 Reseña:

Hans Magnus Enzensberger,  El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror, Trad. Richard Gross, Colec. Argumentos, Anagrama, Barcelona, 2007.




Un texto breve (72 págs.) para una cuestión profunda y compleja. A pesar de ello, el texto no defrauda y si aporta algunas ideas dignas de resaltar. ¿Qué hace que una persona o un grupo de ellas, decida que la mejor manera de arreglar el mundo, es la destrucción de los otros y de paso de uno mismo? 

La sociedad actual, inmersa en la globalización, genera un ejército de perdedores. Sin embargo, no todos ellos, llevan el nombre de título, perdedor radical. Así, puede decir: “Al fracasado le queda resignarse a su suerte y claudicar; a la víctima, reclamar satisfacción; al derrotado, prepararse para el asalto siguiente. El perdedor radical, por el contrario, se aparta de los demás, se vuelve invisible, cuida su quimera, concentra sus energías y espera su hora.” (pág.6)

Los caracteres del perdedor radical, residen, entre otras las siguientes: el ser un hombre, que hoy, ha perdido el trono absoluto de soberano, siente una herida profunda, que “a una mujer le resultaría más bien ajeno.” (pág.8).

El perdedor radical, necesita introyectar, su imposibilidad de triunfar, hasta que no alcanza ese sentimiento profundo, puede ser fracasado, o víctima, pero no es aún, perdedor radical. Éste necesita verificar que los demás si valen, y él no.

 ¿Cuándo el perdedor radical dice basta? Su capacidad para soportar la perdida, requiere que dicha perdida vaya aumentando continuamente. Después el detonante, puede ser cualquier cosa trivial que le pase. De ahí, la dificultad de comprender porqué de su conducta. Hace lo que hace, por ejemplo, matar a sus hijos y su mujer para después suicidarse, precisamente, porque las muertes provocadas por él, aceleran su propia muerte. ¿Cómo detectarlos? ¿Cómo chequear a los incontables perdedores radicales? El mundo en el que vivimos, una combinación de anomia y socialización virtual, genera y multiplica, la aparición del perdedor radical.

Siempre han existido perdedores radicales, porque la condición humana es imperfecta, sin embargo, el progreso social ha generado expectativas cada vez más elevadas. La propaganda nos pinta un mundo de lujo y confort, como jamás hubiésemos imaginado, pero, no todos alcanzan esos sueños publicitarios. Los males que el progreso elimina, hacen que los males que quedan –siempre quedarán- los hacen insoportables. 

Cualquiera que pasa una mala racha, se contenta con pensar que siempre hay gente, que está peor que él, relativiza su situación, pero el perdedor radical, nunca mira a los que están peor, sino a los que están mejor, generando un mayor resentimiento. Como no busca la causa en sí mismo, necesita buscarla fuera de él. El mundo está lleno de candidatos.

Si el perdedor radical “no le sale al paso un programa ideológico, su proyección no encuentra ningún objetivo social; lo busca y lo halla en el entorno cercano: el superior injusto, la esposa indómita, los niños vociferantes, el vecino malévolo, el colega intrigante, la autoridad intransigente, el facultativo que le niega el certificado médico, el profesor que le pone malas notas.” (pág.14) ¿Qué pasa cuando el enemigo no tiene un rostro inmediato? La respuesta es: “No es difícil localizar a los poderes conminatorios que le tienen ojeriza. Se trata generalmente de los inmigrantes, servicios secretos, comunistas, norteamericanos, multinacionales, políticos, infieles. Y casi siempre de los judíos.”(pág.14)




El perdedor radical está encerrado en un “circulis vitiosus” (pág.14). Su propia herida y la proyección de los culpables de esa herida. “La única salida a su dilema es la fusión de destrucción y autodestrucción, de agresión y autoagresión.”(pág.15)

La autodestrucción parece contradictoria con la necesidad que experimenta el instinto de conservación. A pesar, del dictamen de Nietzsche: “«Los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de conservación es el instinto cardinal de un ser orgánico» «Los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de conservación es el instinto cardinal de un ser orgánico»” (pág.17). Freud, planteo su tesis del instinto de vida y de muerte (Eros y Tánatos), “puede haber situaciones en las que el ser humano prefiera un final terrible a un terror —sea real o imaginario— sin fin.”  (pág.18).

Enzensberger, plantea la pregunta: “¿Y qué sucede cuando el perdedor radical supera su aislamiento, cuando se socializa y encuentra una patria de perdedores con cuya comprensión e incluso reconocimiento pueda contar, un colectivo de congéneres que le dé la bienvenida, que lo necesite?” (pág.19)

En ese entorno, “se forma una amalgama de deseo de muerte y delirio de grandeza, y de su falta de poder le redime un sentimiento de omnipotencia calamitoso.” (pág.19). Ilustra esta idea con el ascenso del nacionalsocialismo, con el Tratado de Versalles (1918) como motor del resentimiento y un chivo expiatorio: los judíos. La guerra imposible que entabló contra todos, buscaba más la derrota que la victoria. Hitler, prefería que el pueblo alemán sucumbiera, si no era capaz de vencer. 

Una paradoja del mundo actual es que los Estados, a pesar de un inmenso poder destructor, se baten en retirada, cuando se siente amenazada por grupos terroristas. Esos terroristas son, hoy, el perdedor radical, agrupados en “colectivos de perdedores”. El número de siglas que se emplean son amplios, y de amplio espectro. Una característica es la utilización de palabras como liberación, democrático, popular, etc. Sin embargo, ese amplio grupo, que utilizaba tácticas de “guerrilla urbana”, no han sabido adaptarse al mundo globalizado. Como mucho, solo operan a escala local. Los únicos grupos capaces de operar a escala global, son los grupos islámicos.


dimarts, 22 de març del 2016

Bruselas: Zona Cero


Atentados en Bruselas. Balance: 30 muertos y más de 200 personas heridas. Nada menos que García Margallo, ministro en funciones de Asuntos Exteriores, ha sido uno de los primeros en adjudicar el atentado al terrorismo islámico. Las imágenes que aparecen son los suficientemente explícitas para comprender la magnitud del atentado.





Quisiera llamar la atención de las dobles varas de medir, cuando son Otros quienes sufren. Europa se siente amenazada, se habla de apretar filas, se exaltan valores nacionales y comunitarios. Es decir, retórica. Solo hace unos días entró en vigor una legislación miserable contra los Otros, que sufren una GUERRA, y como se les despacha a un Guantánamo turco. Las comparaciones siempre son odiosas, pero ver a los pasajeros huir del escenario del terror, ¿no es exactamente lo que hacen los miles de refugiados que huyen de la guerra de Siria?





Esas víctimas inocentes del aeropuerto y del metro, ¿cómo podrían sentirse si, se les tratase bajo sospecha,  si no les ayudarán, ni se les protegiera? Europa solo se acuerda de los que les interesa. ¡ Por favor no nos den lecciones de moral de baja tensión!

diumenge, 26 de maig del 2013

Terror en Londres....


Las “sociedades líquidas” se han convertido en sociedades en el que el miedo se ha instalado en ellas. Después del 11-S del 2001, nada es ya lo que fue. La visión apocalíptica de los aviones estrellándose en la Torres genero desconcierto y miedo. La expresión de ese miedo se resume de forma magistral en el texto de Don Delillo en “El hombre del salto” (Col.Austral) con la imagen de los niños mirando obsesivamente con los prismáticos una nueva oleada de aviones. Pero,  ¿por qué? La respuesta: “ ¿No se levantaron las torres como fantasías de riqueza y poder que algún día se convirtiesen en fantasías de destrucción? Una cosa así se construye para verla caer. La provocación es evidente. ¿Qué otra razón podría haber para llegar tan alto y luego doblar, hacerlo por duplicado? Como es una fantasía, ¿por qué no hacerla dos veces? Es como decir: “Aquí está, a ver si la derribas”.” (pág.136)

 

Dos noticias situadas en Londres y París, parece reactivar los miedos de una sociedad atemorizada por la precariedad de nuestras vidas que en esta crisis se ha instalado en todos nosotros con la ayuda inestimable de unos gobiernos obsesionados por la macroeconomía y que son capaces de sacrificar a sus ciudadanos. El asesinato de un militar en Londres y el posterior alegato del presunto asesino, con las manos manchadas de sangre delante de las cámaras de seguridad instaladas por todo Londres han dado la vuelta al mundo.  ¿Es esta acción la nueva cara del terrorismo? ¿Es necesario la escenificación de un estado de sitio, como el sucedido en Boston. Pero ¿qué clase de terrorismo es este?
 
 
Se eleva el asesinato a categoría de atentado terrorista. Se elevada la etnia como elemento esencial para entrar en la categoría de sospechoso. ¿Qué nos está pasando? Cuando los gobiernos no gobiernan porque son los mercados, el único bastión que les queda es el espectáculo de la seguridad, pero incluso ahí, cada vez son más chapuceros. Lo único que exhiben es la impotencia de una sociedad civil cada vez más encerrada en sí misma y más temerosa que se consuela pensando que los terroristas son la causa de todos nuestros problemas, pero el terrorismo es lo sucedido desde el 2008, un terrorismo respaldado por nuestros gobiernos y en nombre nuestro. Que las sociedades occidentales sufran unos recortes sociales sin precedentes, se desmantele le estado del bienestar, que la desigualdad se haga cada vez más patente –Estocolmo- , eso al parecer, no es motivo de preocupación ni de emergencia nacional, pero que una persona asesine a otra persona –militar- y se convierta en atentado terrorista y los aparatos del estado se pongan en estado de emergencia en nombre de la seguridad nacional, ¿no hay un auténtico despropósito y desproporción? La misma contundencia que parece escenificarse contra el terrorismo se podría emplear en la lucha contra una crisis que está dejando a millones de ciudadanos a los pies de la pobreza y la exclusión.

divendres, 30 de març del 2012

El Estado enseña músculo

Hace una semana la policía francesa abatió a Mohamed Merah, autor, de los asesinatos del colegio judío (4) y la muerte de 3 militares de origen magrebí. La muerte del asesino confeso, según se ha dicho, a manos de la policía de un tiro en la cabeza, después de más de un día atrincherado en su viviendo, ha conmocionado Francia. Se ha hablado que con su muerte la democracia podría dormir más tranquila, y disparates similares.



Resulta llamativo que un solo individuo pueda generar la histeria gubernamental. Se habla de guerra contra el enemigo, cuando al parecer actuaba solo. Desafortunadamente, la posibilidad de que alguien empuñe una pistola no es algo imposible. Lo llamativo es que se pretenda insinuar que el Estado quede desnudo ante desalmados como Merah.

Temo que se haya hecho espectáculo para beneficio de Zarkozy. El despliegue de medios, sólo era un hombre, superaba cualquier medida. El Estado se ha exhibido ante las cámaras televisivas. La muerte anunciada de un asesino ha permitido demostrar que el Estado existe, aunque sólo sea para aplastar a un asesino.

dimarts, 27 de desembre del 2011

Las torres del 11-S


Escribir sobre “La torre elevada. Al-Qaeda y los orígenes del 11-S” de Lawrence Wright, ganadora del Premio Pulitzer y editada en Debolsillo, resulta tarea casi imposible. El libro es un ejercicio brillante de lo que Timothy Garton Ash denominó “historia del presente”. Es un ejercicio de periodismo, literatura e historia que de la mano experta de Wright se lee como si una novela de Le Carre se tratase. Pero aquí la ficción es superada por la realidad de unos hechos que hacen del 11-S un antes y un después. El siglo XXI empieza con el ataque a las Torres Gemelas. Desde otra perspectiva, Don Delillo en su “El hombre del salto” col.Austral, narra desde la literatura, fragmentos de lo que sucedió con el derrumbamiento de las Torres. Algo parecido fue el intento de Luis Mateo Díaz y “La piedra en el corazón” Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores. Barcelona, 2006, donde se habla del 11-M en Madrid.





El libro “La torre elevada” debería ser de lectura obligada en el FBI y la CIA. Ambas organizaciones –interior y exterior- protagonizaron un juego de despropósitos que posibilitó la catástrofe del 11-S. La lectura del libro se funda en las conversaciones de los protagonistas en esta historia de humillación y exaltación de EE.UU. Los personajes que aparecen en el libro son eslabones de una cadena que acaba como todo pudimos ver por televisión el 11 de septiembre del 2001.


La historia de esta tragedia empieza muy atrás en el tiempo. El libro con agilidad y amenidad desarrolla el “dramatis personae” de esta historia que jamás debiera haber ocurrido. Pero la historia tiene nombres propios: Sayyid Qutb, Ayman al-Zawahiri, Osama bin Laden, Arabia Saudí, Afganistán, Pakistán, Ocupación soviética en Afganistán, al-Qaeda (la base), Abdullah Azzam, Abu Hafs, Abu Ubaydagh, Abu Hayer, el doctor Fadl y Wa’el Yulaidan, junto con Bin Laden, se reunieron el 11 de agosto de 1988 para debatir el futuro de la yihad. La fundación de al-Qaeda se realizó el 20 de agosto.


Cuando las tropas soviéticas se retiraron de Afganistán (15/2/1989), en el ideario imaginario de Bin Laden, se fraguó la ilusión que fueron ellos –los yihadistas- los que expulsaron a los apóstatas de territorio afgano. La pugna entre al-Zawahiri y Bin Laden generó al-Qaeda. Al-Zawahiri necesitaba el dinero que tenía Bin Laden y esté necesitaba a los yihadistas.


                                                                        Bin Laden y Zawahiri


El libro narra de manera magistral el recorrido vital de al-Zawahiri. Este médico egipcio que logró reclutar a “médicos, ingenieros y soldados. Estaban acostumbrados a trabajar en secreto. Muchos de ellos habían estado en la cárcel y ya habían pagado un elevado precio por sus ideas. Ellos serían lo que se convertirían en los jefes de al-Qaeda” (pág.165).


Bin Laden regresó a Arabia Saudí, y posteriormente se retiró al Sudán. El gobierno sudanés quería el dinero de Bin Laden y este ofreció generosamente su dinero. El libro narra el cambio de percepción de Bin Laden durante su estancia en Arabia Saudí y posteriormente en el Sudán. Bin Laden sentenció lo que parece una premoción: “Esas imponentes torres simbólicas que hablan de libertad, derechos humanos y humanidad” (pág.222). Hablaba de las torres gemelas. Lo que acabará odiando son estos logros de occidente y que en su visión eran incompatibles con el verdadero creyente musulmán. Hay que recordar que la familia Bin Laden se dedicaba a la construcción. El propio Bin Laden también se dedicó a la construcción. El libro reconstruye la vida privada de Bin Laden de forma ecuánime y medida.


Esas torres eran una llamada irresistible para los terroristas. Así, el 26 de febrero de 1993, Ramzi Yusef entró en el aparcamiento del World Trade Center al volante de una furgoneta repleta de explosivos. Salió del edificio para contemplar su derrumbamiento. La explosión no logro su objetivo pero destruyó seis pisos. Murieron 6 personas y resultaron heridas 1042 personas. Cuando el director del FBI en Nueva York fue a ver lo sucedido y comprobó los daños comentó a un ingeniero: “Este edificio se mantendrá siempre en pie” (pág.225). El autor del atentado salió tranquilamente hacia Pakistán. La mente de Yusef se pobló de objetivos grandiosos y espectaculares. Él es, a juicio de Wright, el que posibilitó e hizo verosímil los atentados del 11-S. Yusef había aprendido a fabricar bombas en un campamento de al-Qaeda en Pakistán. Posteriormente, en una operación encubierta fue detenido y trasladado a EE.UU.


Incomprensiblemente, Zawahiri apareció en EE.UU un mes después del atentado de Yusef. Estuvo en California recaudando dinero en diferentes mezquitas. La razones aducidas eran recaudar fondos para los niños heridos por bombas sembradas por los soviéticos. Nadie conocía en EE.UU su papel en el entramado de al-Qaeda.


Los capítulos dedicados al entramado de las diferentes agencias de seguridad norteamericanas y sus responsables son unas de las secciones más apasionantes del libro. También sus querellas particulares las que hicieron posible que los terroristas acabaran realizando sus ataques.



Una anécdota cruel: El responsable del FBI en Nueva York, John O’Neill, intentó por todos los medios conseguir los expedientes que la CIA guardaba –no se sabe para qué-, y que hubiesen posibilitado investigar en EE.UU los miembros que subieron a los aviones suicidas. Durante más de un año la CIA sabía de la existencia de las células de al-Qaeda, mientras que el FBI carecía de esa información. O’Neill se labró enemigos de la misma manera que acumulaba amantes. O’Neill acabó dimitiendo del FBI y se incorporó el 11-S al World Trade Center como jefe de seguridad en edificio. Murió tratando de ayudar a las víctimas del atentado.       
                                             

diumenge, 24 de juliol del 2011

Tragedias globales


Leyendo las páginas de los periódicos la sensación de catástrofe parece apoderarse de todo el escenario mediático. La tragedia de Utoya (Noruega) deja un balance sobrecogedor de 85 jóvenes muertos, amén de otras 7 en el atentado bomba en el centro de Oslo. ¡Qué nos está pasando? Noruega es uno de los países más igualitarios del mundo. Pero el discurso xenófobo también cala en sociedades que han construido un modelo de sociedad basado en la cooperación y solidaridad. La erosión de esos valores a través de discursos incendiarios hace posible que alguien los pueda tomar en serio y pase a la acción. No sé si ha sido obra de una o varias personas, descartada momentáneamente , la acción islamista, queda la sensación atroz que el asesino no tiene la piel oscura sino que es uno de los “nuestros”. Con semejantes amigos ¿por qué preocuparse de los enemigos? Muerte, desolación y perplejidad debe atenazar esa sociedad que es modelo del Estado del bienestar y que debe preguntarse angustiada ¿qué hemos hecho mal? Lo que si queda claro tal como ha declarado el primer ministro Stoltenberg que la respuesta debe ser más democracia. Puede parecer retórica, pero esconde un mensaje importante: si el miedo nos atenaza la democracia corre el riesgo de verse hundida por la obsesión de la seguridad, y en este caso, quien ha asesinado a inocentes con el pretexto del odio, habrá ganado.



El hambre asola el cuerno de África. Somalia, en el epicentro del desastre humano. La falta de agua -una sequía con tintes bíblicos- de manera inmediata y la ausencia de estado que intente mejorar la vida de sus ciudadanos hace que el paisaje humano se llene de niños hambrientos y que mueran ante la impotencia de sus madres. Unos territorios dejados de la mano de los Organismos Internacionales, envueltos en guerras intestinas, en los que nunca faltan armas, vuelve a primer plano para mostrarnos de la peor manera posible, nuestro fracaso como Comunidad Internacional, que cientos de miles de niños puedan morir de hambre en pleno siglo XXI. ¡No es para indignarse!



dissabte, 7 de maig del 2011

TPI 0 EE.UU 1


En Libia las cosas están cada vez más favorables para que Gadafi pueda seguir gobernando. La comunidad internacional hace aguas y se desentiende de lo que pasa. La ONU debería hacer algo pero su propia dinámica la hace inútil. ¿Qué pensarán los que luchaban en Misrata? El asesinato selectivo de Bind Laden ha eclipsado cualquier otra cosa. Y ya sabemos que los medios de comunicación no pueden estar en dos sitios a la vez.



EE.UU se niega a reconocer la jurisdicción de la Corte (Tribunal) Penal  Internacional , y por eso ha elegido una táctica que lleva décadas practicando Israel, el asesinato selectivo, dice poco sobre el funcionamiento de las relaciones internacionales. Los estados se reservan todos los mecanismos para demostrar su soberanía. En el orden económico, los estados ya no son lo que eran, y ahora no pasan de ser literalmente mercados –plazas- donde se compra y se vende de todo. En el orden político, en virtud de ese orden económico global, tienen como único resorte, la retórica de la soberanía. La única manera de saltarse todas las barreras es que se te considere muy peligroso. Israel es el caso paradigmático. La comunidad internacional sabe que Israel puede hacer lo que quiera con Palestina y si es necesario en aguas internacionales para bombardear aldeas, pueblos, y en su caso barcos. Amén, naturalmente, de incursiones selectivas para asesinar a supuestos – reales o imaginarios- terroristas. EE.UU ha optado por una táctica similar. La operación no debía ser nada fácil.

¡Casi 10 años ha tardado la inteligencia americana en dar con su enemigo público número uno. Es cierto que durante un tiempo se le busco intensamente en las montañas de Afganistán. La tarea fue ardua, pues, se utilizo todos los medios para conseguir el objetivo de la anterior Administración americana que era detener o matar al cerebro del 11-S. Sin embargo, ese objetivo se fue disolviendo en la medida que Bind Laden se hizo invisible. Hoy podemos conjeturar que la inteligencia pakistaní –unos de los tres poderes facticos de Pakistán, los otros dos son el ejercito y el gobierno- debió de ayudar a instalarlo en la ciudad de Abbottabad donde vivía tranquilamente desde hace tiempo.

La inteligencia americana ha demostrado estar en manos incompetentes. ¿No tenían otras fuentes en Pakistán que las que le suministraban los servicios secretos, que a su vez escondían a quienes debían descubrirlo? ¿Cómo es posible que no contarán con agentes infiltrados en dichos servicios? Es en el mandato de B.Obama cuando se ha producido el milagro de descubrir donde vivía Bin Laden.


La operación ha resultado un éxito desde la perspectiva de los interés de Obama. Los SEAL asaltan la vivienda-bunker y en la refriega matan a Bin Laden y lo trasladan a lugar seguro. La operación dura 40’ y desde la Casa Blanca pueden ver en directo el asalto, el tiroteo y la muerte de “Gerónimo”. Son malos tiempos para el tiquismiquis legalista. Bin Laden no era precisamente un defensor de los derechos humanos, los atentados del 11-S fueron un claro exponente de su fanatismo deletéreo. Así que ¿por qué andarse con paños calientes? Hay que pensar que Pakistán ha sido fiel escudero de los interés americanos. Pero también que jugaban con otras barajas. Los pastún –etnia mayoritaria en Afganistán- tienen fuertes lazos con Pakistán, y sus servicios secretos querían estar a bien con estos vecinos levantiscos. Si hubiese sido posible su captura, tendrían que haberlo llevarlo a EE.UU y juzgarlo. Un juicio donde saldría a relucir su antigua conexión con la CIA en los buenos tiempos donde “las fuerzas de la libertad (talibanes)” afganas luchaban contra el ejército rojo y su invasión en Afganistán durante una década (1979-1989). Eso hubiese sido bastante enojoso. Además en el proceso del supuesto juicio, el peligro que Al Qaeda hubiese atentado y secuestrado a ciudadanos norteamericanos u occidentales hubiese sido muy probable. La revolución del norte de África ha demostrado que Al Qaeda está fuera de juego, pues, los ciudadanos piden democracia y justicia, no fanatismo y muerte. Una escenificación del juicio hubiese dado oxigeno a unos terroristas que no tienen ninguna influencia en estos movimientos sociales de Túnez, Egipto, Yemen, Libia, Siria, etc.

Muerto Bin Laden, se abren nuevos interrogantes. Descartada la legalidad en aras de la capacidad expeditiva que hace palidecer cualquier otra consideración, lo que queda es un fondo difuso. No tenemos mecanismos globales para hacer frente a estas eventualidades. Cada país puede en base a su capacidad militar imponer lo que crea conveniente esgrimiendo su seguridad nacional. Es una coartada perfecta, mientras tengas la suficiente fuerza para respaldarla. Y esto es lo que ha optado EE.UU.