dilluns, 28 de juliol del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (3)

Capítulo 3

¿Cómo se conoce el futuro? Una teoría de la prospectiva

La sociedades han aspirado desde la antigüedad a conocer el futuro. Desde oráculos y profecías se ha pasado a la “planificación y prospectiva”. Como dice Innerarity “la política está obligada a ser una peculiar gestión de ese desconocimiento acerca de lo que nos espera, sólo así acertará a descubrir sus verdaderas oportunidades de intervención sobre los procesos sociales”. Desgraciadamente, la realidad actual, parece ir en contra de lo deseable.

  • De la adivinación al conocimiento
“Hemos pasado de concebir el futuro como lo completamente otro, a su moderna domesticación y al actual reconocimiento de su intransparencia”.  La sociedades tradiciones intuían que el futuro estaba determinado, mientras que las sociedades modernas se opusieron a esta idea en dos vertientes:
1.- “contra la idea de que el futuro sea una realidad que ya existe y
2.- contra la fatalidad de un destino inexorable sobre el que no se pudiera intervenir”.

En la actualidad se entiende el futuro como “una cadena compleja de acontecimientos de variada significación que podemos anticipar únicamente por medio de indagaciones acerca de lo verosímil y lo posible”. Precisamente, ese margen amplio de lo posible se llena de toda clase de proyecciones “de esperanzas y miedos”.



  • Necesidad y límite de la prospectiva
Vivimos es sociedades altamente complejas con interdependencias que no siempre somos conscientes de sus dimensiones globales –crisis del 2007-, debida a “cambios acelerados en los ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales”. Lo que en las sociedades sólidas –Z.Baumann-, la idea de un futuro previsible lo atravesaba todo, hoy, en las sociedades líquidas –Z.Baumann-, “la experiencia del pasado valen cada vez menos a la hora de servir como indicación para la acción futura”.

Vivimos, pues, en la paradoja que consiste en necesitar urgentemente lo que nos espera el futuro y la dificultad de adquirir ese conocimiento.  De ahí “la justificación de la prospectiva”.
 Esta prospectiva choca con el movimiento acelerado de nuestras sociedades y además se ve modulada por la “imprevisibilidad de los movimientos iniciados”. Todas estas dificultades explican la nula posibilidad de predecir la próxima burbuja tecnológica o crisis financiara.

  • ¿Qué se conoce cuando se conoce el futuro?

Innerarity define la prospectiva “como el intento de conocer, identificar y valorar las tendencias sociales”. Se plantea el problema aparentemente trivial que consiste en determinar cuándo estamos delante de una novedad. ¿Cómo reconocer lo que no conocemos? Construimos conceptos a partir de la conocido, pero ¿cómo construir nuevos conceptos de lo que no sabemos? Como dice Innerarity estamos atrapados en un dilema: “Se trata de conocer lo relativamente nuevo, en la medida en que lo nuevo consiste en que algo conocido es puesto en un contexto inédito y experimenta una nueva valoración”.

Toda prospectiva lleva consigo tres elementos: “identificación de lo nuevo, observación del presente y orientación hacia la acción”. Por ejemplo, los nuevos movimientos sociales expresan el malestar de nuestras sociedades, los partidos políticos de antaño eran los encargados de ser los altavoces de la sociedades, pero éstos se han convertido en rémoras del pasado, la observación del presente se hace cada vez más compleja, por las interdependencias y derivas imprevisibles de las sociedades actuales, por ello resulta chocante que esos movimientos sociales cuando expresan su descontento lo hagan en clave del pasado, por decirlo así, esos movimientos son resultado de esas nuevas mutaciones sociales, pero estos mismos movimientos no se reconocen como elementos de la nueva mutación. Por último, la orientación hacia la acción, la característica de esos movimientos en su intento de hacer, por ejemplo, el movimiento contra las hipotecas, que ha hecho infinitamente más que cualquier grupo política ha hecho en estos últimos treinta años. Sin embargo, en un entorno global, estas acciones son tan locales que están condenadas a una efectividad limitada. Se requiere de algo más.

  • Futuros inciertos

Hemos pasado de una sociedad sólida que asumía un cierto determinismo en la configuración del futuro, a una sociedad líquida basada en la “incertidumbre” propias de “los sistemas complejos”.

El futuro es aquello que no sabemos que será, porque la configuración de lo que será está por venir, es decir, no sabemos cómo acabará de configurarse ese futuro. Innerarity introduce un elemento fundamental, el futuro que es contingente, abre la posibilidad de “oportunidades” –la expresión parece hacer referencia a las técnicas de marketing, es decir, las rebajas-, requiere de “obligaciones y responsabilidades”.

La aparición de obligaciones y responsabilidades requiere en ese entorno de incertidumbre la acción de la política.



  • ¿Adaptación o configuración?
Una característica de los tiempos actuales es la falta de anticipación respecto a los problemas de nuestra sociedad.  Esto lleva a ir siempre a remolque del presente, todo se convierte en solucionar el aquí y ahora, puesto, que el mañana no existe. La política en esta situación se convierte en reactiva o “reparador de daños”, que normalmente ella misma ha provocado. Se actúa a golpe de titulares de prensa, es decir, se actúa siempre después de lo que ha sucedido.

Los partidos políticos parecen conformarse con ir adaptándonos a los nuevos tiempos, puesto, que la acción política no está en condiciones de liderar una nueva configuración del futuro, por eso se contenta que reaccionar ante lo ya hecho. Por ejemplo, cuando ya ha estallado la crisis financiera.


Innerarity cita a H.Arendt en relación a la superioridad –moral- de las sociedades cuando tienen un proyecto común. Como dice Innerarity “presupone una visión optimista de la realidad social y de nuestras capacidades de combatir el destino que ahora se presenta con diversos ropajes: como aceptación sin crítica de lo que hay”, es la tesis de lo que se denomina pensamiento único, “como pasividad reactiva que sólo se pone en marcha en el registro de la urgencia” y ,por tanto, sin proyecto de futuro; y “como declaración de que otro mundo es posible y para lograrlo bastaría con recurrir a los procedimientos tradicionales”, es decir, la crítica a los críticos que siguen anclados en esquemas que ya se han vuelto obsoletos.


Bibliografía:

Daniel Innerarity: El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política. Paídós Estado y sociedad 165, ed.Paidós, Barcelona 2009.