dilluns, 24 de desembre del 2018

Argentina: Iguazú (II)

Día 12

Desayuno. No tan espléndido como en Bariloche, pero más que suficiente. Nos han recogido a la hora prevista y nos hemos dirigido a las Cataratas de Iguazú. Nuestro guía Hugo, alias “yacaré”, ha estado desplegando su verborrea sobre diferentes aspectos a tener en cuenta en el Parque Nacional.




Dentro del Parque, llama la atención el gentío que había. Siempre hemos estado rodeados de gente. Hemos ido, en primer lugar al tren, que nos ha acercado hacia nuestro objetivo. El tren iba lleno. Desde el Centro de Visitantes hasta la Estación de la Garganta del Diablo. Unas pasarelas muy bien distribuidas nos han llevado por los diferentes circuitos. La Garganta del Diablo es una de las más impresionantes. Un torrente de agua difícil de imaginar cae al abismo con un ruido ensordecedor, llenando de motas de agua toda la plataforma. Agua y más agua cayendo estrepitosamente sin parar.

Yacaré

 



  





La naturaleza en estado puro. Hay que recordar que la Catarata se abastece exclusivamente de agua de lluvia. Nos explicaron que en lugar de los 1.500 metros cúbicos por segundo habituales se registran 45.700 (2014). En el 2006, junio está limitado a sólo 280 metros cúbicos, debido a las peores sequías de los últimos setenta años.

Diferentes plataformas conducen a diferentes escenarios donde contemplar los torrentes de agua. Cerca de 7km de plataformas en forma de rendija, para que la lluvia vuelva al río Iguazú, nos permite contemplar desde diferentes perspectivas una de las maravillas de la naturaleza. En cada lugar estratégicamente relevante, una multitud inmortaliza el momento a base de selfies y fotografías. Una fina lluvia debido al fragor de las cascadas que sin desmayo caen al abismo, nos refresca y mitiga el calor que hace, unos 30º que una humedad del 100%. Estamos en el trópico, o casi. Iguazú es un parque temático de la Naturaleza. La selva no es primigenia, desde los años 30 se ha ido replantando y la protección que ofrece el ser Parque Nacional y la propia naturaleza ha hecho el resto. La anécdota del día es el encuentro casual de un guía francés que me para porque llevaba una camiseta de la maratón de L'Escala y él había vivido cerca de diecisiete años en Girona y le encantaba ir a l'Escala. Hablaba un catalán de Girona. ¡El mundo es un pañuelo!





Hugo nos indicaba por tramos los trayectos donde encontrarnos. Era una forma de controlar los tiempos. Es un mal sistema porque obliga a tener que estar pendiente del guía. Era mucho más fácil quedar a una hora determinada después de nuestros paseos por las pasarelas. ¡No hemos podido comer! Excepto una ensalada, pasable, por el hambre y un helado. Desafortunadamente, un coatí, me ha quitado el helado en un momento de descuido. Lo he visto, rasgando el envoltorio, no era fácil abrirlo, pero parece que el coatí, ya sabe cómo deshacerse del envoltorio. Mi ego ha quedado maltrecho por la astucia del coatí que están por todas partes, especialmente, en las zonas de picnic. Como desagravio a mi pequeña catástrofe, me he comprado otro helado, esta vez, no he dado opción al coatí.


Coatí



A las 15.30h hemos realizado nuestra última actividad del día, una lancha nos ha llevado justo debajo de las cataratas para darnos el remojón de nuestras vidas. Desde el lugar que nos ha recogido un bus del parque hasta llegar al lugar para descender hasta la lancha había un trayecto de cerca de 20’ por un camino descendente y con un molesto traqueteo. Nos han puesto un chaleco salvavidas muy aparatoso y más abajo de las escaleras que nos conducían al embarcadero, una bolsa impermeable, para poder poner todos los objetos, para que no se mojaran.


La lancha iba llena, solo con nuestro grupo se llena casi todo. La lancha a emprendido el trayecto hacia las cataratas, el río y la velocidad de la embarcación generaba la sensación de velocidad, curiosamente, al principio, pensar que el agua pudiera tocarte, te parecía una mala idea, y sin embargo, el objetivo era un auténtico baño. Lo cierto es que la embarcación se ha acercado lo suficiente en una de las cataratas para que el impacto del agua, nos rociaba a todos con suficiente fuerza para salir empapados. La lancha ha vuelto a repetir la operación. Así que nos hemos empapado doblemente. Ha sido una experiencia notable, llena de adrenalina.





No he ido con el equipo adecuado. Las zapatillas eran para el agua, así que he ido muy incómodo por las plataformas de metal. Su suela no me ayudaba. El inefable Hugo, alias yacaré -el yacaré es un caimán propio de la zona-, nos ha llevado con su verbo fácil hacia el hotel. Una jornada intensa e inolvidable.

Llegar al hotel, a las 20.30h cena. Una cena discreta, he cenado pescado “dorado”. El postre no estaba a la altura. Después a descansar. Nos lo merecíamos. A la mañana siguiente nos espera una auténtica maratón que culminará en XXXXX.







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