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dijous, 25 d’abril del 2019

Egipto: El Cairo

Día 7

A las 5.45h el móvil nos ha despertado, en su nueva función de despertador oficial. El teléfono del hotel, ha sonado también. La sincronización era perfecta.

Ducha y desayuno. ¡Pero no cualquier desayuno! En la planta de recepción hemos entrado para el desayuno. La abundancia era exuberante. Había de todo, dulce, salado. Un Chef, preparando al instante tortillas. En fin, un lujo superlativo. ¡Y sólo eran las 6.20h de la mañana!







Nuestro instinto pueblerino, parecía alertarnos que nos habíamos colado en la sección vip, pero, no. Sucede que en la planta superior, hay otro comedor donde desayunamos la primera vez. Pues, en la planta baja estaba cerrado. Eso es debido a que la planta superior abre más temprano, mientras que en la planta de recepción abren a las 6h.








Hemos subido al autocar para ir a la mezquita de Muhammad Alí. Tiene un cierto aire a la de Santa Sofía (Estambul, Turquía). Las columnas son de alabastro. Está situada en una fortaleza que desde allí se ve El Cairo. La visión era difuminada y borrosa, debido a la contaminación. Hemos descendido del autobús, y hemos recorrido a pie la distancia desde la parada de los autocares hasta la mezquita. ¡Los vendedores ambulantes hacían guardia! Antes de entrar en ella, nos hemos puesto unos plásticos para los zapatos. ¡Todo estaba previsto!











Nuestro guía Ahmat, nos ha explicado su historia. La mezquita es amplísima. Sin obstáculos de mobiliario, aún la hace aparecer más grande y amplia. Unas lámparas enormes dan luz a la instancia. He podido fotografiar la cúpula cómodamente instalado en el suelo. 





Después de recorrer las arterias imposibles de la circulación, nos hemos trasladado al Museo Egipcio, uno de los platos fuertes de la jornada. El Museo se encuentra en pleno centro de El Cairo. Los hoteles de más alto standing se encuentran a tiro de piedra del Museo. La circulación era caótica. Hemos comprado los tickets para hacer fotografías. ¡Nadie nos ha pedido comprobar los dichosos tickets. Un nuevo control, más escáneres. Lo rutinario. 



El Museo es un almacén de historia del Antiguo Egipto. El polvo era la estrella del lugar, se adhería a todas las estatuas y monumentos, excepto los que estaban protegidas por vitrinas. A las afueras, en Giza, se está construyendo el nuevo Museo, gigantesco y  faraónico que posibilitará exponer todos los fondos que el Museo atesora. Pero en el viejo, parecía que ya empaquetaban. Tuve la sensación que todo el contenido no merecía demasiado mimo. Imposible visitar y contemplar la ingente cantidad de monumentos, esculturas y piezas de todo tipo que pueblan el Museo.


Jean-François Champollion (1790-1832)

Embalando piezas

El polvo cubriéndolo todo


La iluminación es catastrófica, las piezas son iluminadas sin orden ni concierto, los reflejos que se producen en los objetos, no permiten contemplarlos como deberían. Casi imposible hacer fotografías.


Reflejos imposibles


La estrella del Museo, es el pabellón de Tutankamón. Está prohibido hacer fotografías. El espacio dedicado es muy pequeño. Demasiada gente arremolinada en torno a todos los objetos, sarcófago, y joyas que se exponen. La máscara es de una belleza extraordinaria y da fe de una técnica prodigiosa. El sarcófago, es espectacular, por la delicadeza de sus relieves y dibujos. Belleza, ostentación, oro, un fabuloso tesoro que deja sin aliento.








Nosotros no somos Howard Carter, pero hemos disfrutado enormemente de ese legado a la eternidad que el faraón Tutankamón se regaló. Como no todo es Tutankamón, hemos recorrido el museo-almacén, en busca de otras piezas famosas. Una de las salas visitadas, es la de Akenaton.







La sala de Amenhotep IV/Akenatón (1350-1334 a.C.) es también impresionante, sobre todo por lo que representó dicho faraón, al ser el primero en edificar una religión monoteísta,  en un reino acostumbrado al politeísmo. Sus estatuas impresionan, sus facciones son realmente estilizadas. Una tipología muy diferente a sus predecesores, una figura andrógina, que ha dado mucho que hablar y especular.  La figura del faraón, ha sido evocada por Freud que en uno de sus estudios nos dice lo siguiente: “Durante la gloriosa dinastía XVIII, bajo cuya égida Egipto llegó a ser por vez primera una potencia mundial ascendió al trono, por el año 1375 a.C., un joven faraón que primero se llamó Amenhotep IV, como su padre, pero que más tarde cambio de nombre, [Akenatón]. Este rey se propuso imponer a sus egipcios una nueva religión, una religión contraria a sus tradiciones milenarias y a todas sus maneras familiares de vivir. Tratábase de un rígido monoteísmo”. (S.Freud, OC.IX, pág.3250). Más adelante nos dirá: “(…) Si Moisés era egipcio y se transmitió a los judíos su propia religión, entonces ésta fue la de Aketanón, la religión de Atón [culto solar de On]” (pág.3251). Las especulaciones de Freud, son muy interesantes y permiten explicar, según el parecer de Freud, que la marcha de los judíos de Egipto, habría tenido lugar después de la muerte de Akenatón, donde el vacío de poder, permitió a Moisés, el éxodo.

Hay que decir, que la Sala de Akenantón, es un espacio pequeño atiborrado de objetos. Una de las causas de mi perplejidad en el Museo, es que la información sobre el objeto que visitas, parecen haber sido hechas precipita-damente. En Google, cuando marcas el Museo, se traslada a Giza –la nueva ubicación, aún en fase de construcción y acondicionamiento- y no en la ubicación que aún tiene en pleno corazón de El Cairo.

Hemos recorrido las diferentes Salas, hemos podido contemplar las piezas esenciales al parecer de nuestro guía Ahmat. El escriba, los enanos, Kefren [Quefrén]. Las diferentes galerías visitadas, parecían que tenían que ser evacuadas de manera inminente, plásticos envolviendo a estatuas, listas para su nuevo destino. La grandiosidad del nuevo edificio en Giza, hay que confiar que podrán ponerse las piezas, estatuas y monumentos de manera más adecuada. Incluso nuestro atípico guía, nos decía, que probablemente, algunas piezas que se conservan en otros museos del mundo, están mejor preservadas allí que lo hubieran estado aquí [Egipto].





Quepos








Después nos hemos dirigido hacia un restaurante de “comida típica egipcia”. El local dividido en dos ambientes, el moderno y el “kitsch egipcio”. Muchos platos con abundante ración de especias y picantes, pan de pita, carne con arroz y unas patatas fritas que no venían a cuento. No se servían bebidas alcohólicas. Un café que pretendía ser turco y no pasaba de malo. El local era familiar. La comida era buena, pero había en exceso.


kitsch egipcio



Al salir del restaurante, junto al Nilo, lo que apetecía era caminar por las calles céntricas de El Cairo, estábamos muy cerca de la famosa plaza Tahrir, centro de las manifestaciones de la primavera árabe. Todo ese movimiento está enterrado por el golpe de estado del nuevo hombre fuerte, que aparece profusamente por todas partes, el general Abdelfatah Al-Sisi. 


Más tarde nos acordaremos de él. Sin embargo, ha sido imposible darnos ese capricho. Éramos un blanco muy fácil, así que no nos han dejado ir por libre. Hemos caminado unos doscientos metros hasta el autocar. Había que ir al hotel, pero aprovechando el viaje, nos han dado una vuelta por el centro y alrededores, cumpliéndose así la sugestión del anterior día. Era una victoria pírrica. Hemos pasado por la zona de embajadas, el tráfico era en hora punta, las 14.30h. 

   
           


Hemos visto el “cementerio vivo”, todo lleno de polvo y vida. El cementerio ha sido ocupado por centenares de miles de personas. A medida que nos alejamos del centro, las viviendas se hacían más surrealistas. Escombros en los tejados, abandono y desolación en medio de una vitalidad desconcertante. Riadas de coches circulando milagrosamente sin semáforos, y a pesar de ello, de manera bastante fluida.

Hemos llegado al hotel sobre las 16.15h. Nos hemos despedido de nuestro guía Ahmat. A las 18h nos llevaban a nuestra última actividad de nuestro viaje. Una cena en barco por el Nilo. Mañana nos espera el aeropuerto y regreso a casa.



A las 18.15h hemos salido del hotel. Uno de nuestros compañeros de viaje no ha venido, se sentía indispuesto. Dirección al centro el tráfico se ha hecho tan espeso que hemos estado 30’ para hacer unos 500 mts. Al parecer una autoridad –el Presidente- ha logrado paralizar el centro de El Cairo, es decir, en la plaza Tahrir. Hemos llegado con el tiempo justo, después de las colas interminables que hemos sufrido. El barco-restaurante ha salido sobre las 20.30h. La cena ha sido muy discreta, un buffet libre, con poca variedad. Un espectáculo para turistas también discreto, ha culminado con la danza del vientre a cargo de la bailarina de turno. Mientras el elenco de artistas hacía sus números, he salido a cubierta para realizar fotografías del skyline de El Cairo. Me ha sorprendido ver una lancha motora junto al barco. ¡Eran nuestros escoltas!  A la vuelta hemos ido al hotel en un tiempo record, 30’. Son las 23.30h cuando acabó de escribir este resumen de este último día en Egipto. Mañana regresamos a casa.