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dilluns, 16 de març del 2020

Reseña: Antonio Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente

Reseña: 

Antonio Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente. Ed. Booket.



¿Qué decir de una obra incalificable? Una obra total, donde el callejeo se eleva a categoría de arte. Caminar, deambular, permite conocer el territorio que pisas. Caminar es un arte, y Muñoz Molina, nos da las claves para recorrer esas calles. 

Utiliza para ello, caminantes ilustres, personajes que hoy gozan de reconocimiento literario, pero que en su momento, vivieron en la marginación. Nombres míticos, también caminaron por las calles del Nueva York de finales del siglo XIX, como Poe, Melville, Whitman, del París de Baudelaire, del Londres de Quincey, del Dublín de Joyce, del Berlín de Benjamín, del Lisboa de Pesoa.

Hilvanar sus correrías al límite de las costumbres de la sociedad, les permitía captar lo que solo se puede vivir pateando las calles. Muñoz Molina, utiliza una collage, para pintar nuestra sociedad. Callejear por las calles, perderse en ellas, ver lo que nos rodea, tomar conciencia que vivimos en un permanente escaparate, donde los eslóganes de todo tipo te asaltan como en la película de Minority Report, o la mítica Blade Runner y sus pantallas gigantes anunciándote el paraíso.

Literatura preciosa y precisa, alterna la ironía, la denuncia social, una imaginación desbordante y por encima de todo, el amor a esa manera de creación que es la literatura. Sus páginas están llenas de eslóganes que encabezan los diferentes partes de una obra imprescindible para comprendernos a nosotros mismos. Sería una temeridad por mi parte intentar dar cabida a la riqueza de informaciones, muchas de ellas, que tienen una vida efímera, porque se reparte a los viandantes que atraviesan una determinada calle. En otros casos, reflexiones sobre nosotros, lo que somos, y lo que querríamos ser.

Nada escapa al ojo escrutador de un narrador que domina el lenguaje, un lenguaje aparentemente sencillo, pero que esconde una capacidad de expresar lo que quiere para que todos nosotros podamos disfrutar de sus elucubraciones. La conexión de lenguaje y vida se dan la mano para explicarnos lo que sucede en nuestro hábitat natural que es la ciudad. Unas ciudades que han ido creciendo de manera desmesurada, perdiendo los límites de lo habitable para transformarse en espacios donde impera lo inhumano.

¿Cómo no resistirse a transcribir algunos fragmentos de este collage literario?

Un retrato irónico de la sociedad que ha descubierto que viajar es reencontrarse con una mismo:

 Es excusable ser unos años mayor y tener el pelo canoso si se van a conducir coches de alta gama por ciudades con rascacielos y avenidas desiertas o por paisajes de montaña o desierto, o de acantilados sobre el mar. También se puede estar por encima de los cuarenta, incluso de los cuarenta y cinco, si se mantiene una piel atezada y una forma perfecta, y se ha de llevar un reloj de gran lujo. Por encima de esa edad, el campo de posibilidades se estrecha: se puede tener en torno a los sesenta, los sesenta y tantos, y el pelo blanco, él y ella, para participar en los cruceros de invierno, o para caminar por playas al atardecer con los pies descalzos y los pantalones remangados, con la tranquilidad de un buen plan de pensiones.” (pág.265)


O bien, unas elucubraciones imaginativas al borde la ciencia ficción que sueñan las neurociencias actuales:

 “Conjetura la posibilidad de inventar una cámara que tome fotos de los sueños, con la instantaneidad de los colores virados y ligeramente desleídos que tenían las polaroids. Se da cuenta de que la belleza hipnótica de las polaroids residía en que retrataban el momento presente como su propio recuerdo anticipado, ya con un principio de lejanía y desvanecimiento.” (pág.272)

Un surtido de anuncios que inundan los periódicos o cartels enganchados en las farolas:

“Cuando la Sed Te Llama. Las farolas y los postes de los semáforos se desbordan de avisos pegados a ellos con pegamento o con cinta adhesiva, incluso con esparadrapo. Compro tu coche. Chica boliviana se ofrece para cuidar ancianos y todo tipo de trabajos domésticos. Portes y Mudanzas. Compro Oro. Compro Plata. Cerrajeros toda confianza. Ventanista. Pintor Español. En los coches que llevan días aparcados se desbordan las hojas de propaganda insertadas bajo los limpiaparabrisas o en los intersticios de las ventanillas. Masajes. Asiáticas. Caribeña Tremenda. Un Volcán en la Cama. Maestro Doma gran Vidente Africano.” (pág.284)

O bien un ejemplo de lo que hoy es un clásico de la literatura, pero que en su momento fue ignorada:

“De los tres mil ejemplares de la primera edición de Moby-Dick, la única, dos mil cuatrocientos, permanecieron olvidados durante años en el almacén de la imprenta. Ardieron en un incendio que consumió el edificio. Las llamas se propagarían muy rápido en aquella acumulación de papel, el purgatorio de los libros que no quiere nadie, la repetición idéntica de las mismas páginas y las mismas palabras. Las ventas brutas de Moby-Dick en Estados Unidos ascendieron a 556,37 dólares.” (pág.301)

Una reflexión sobre que significa ser extranjero en un mundo que es irremediablemente multicultural:

“Cada extranjería es distinta de la de al lado y no disoluble en ella. Lazos de religión o de identidad patriótica la remedian o la amortiguan en algunos casos; la remedian no porque favorezcan la adaptación de las personas a este mundo de aquí, sino porque les ahorran la necesidad de hacerlo. Viven físicamente aquí pero donde viven de verdad es en el mundo que dejaron atrás y han podido reconstruir hasta cierto punto con la ayuda de sus correligionarios o de sus compatriotas.”(pág.376)

O bien, una descripción descarnada de los homeless en la opulenta NY:

“Han tenido que llegar aquí andando, porque con esos cargamentos no pueden ir en el metro. Vienen de todo el Bronx, tal vez de Harlem, de más al sur todavía. Tienen algo de esquimales, de inuits: forrados en sus chaquetones y abrigos, las cabezas ocultas bajo las capuchas, con botas recias y guantes, las caras quemadas y oscurecidas por el frío, enrojecidas por el alcohol, ojos diminutos y húmedos tras las bufandas y los verdugos de lana, cuerpos encorvados por el hábito del merodeo en los cestos de basura de las esquinas.”(pág.411)

Una explicación del porqué fracasaron esos autores que hoy reconocemos como imprescindibles:

 Poe era un desclasado, como Baudelaire y De Quincey, como Melville y Benjamin: los golpes de la fortuna y sus propios caracteres turbulentos los dejaron sin un lugar estable en el orden social, en la clase propietaria y comerciante a la que pertenecían, a la que Poe pudo haber pertenecido, si su tutor hubiera sido más generoso o más paciente con él, y él mismo, menos indomable.(pág.429)

O nos explica en que mundo vivimos, a pesar de lo que digan nuestro gobernantes:

“A cada momento suceden cosas terribles en el mundo. La desgracia de que a un escritor o un artista no le hagan caso es irrisoria. A la gente la torturan y la ahorcan en los sótanos de las cárceles de Siria. Los emigrantes centroamericanos son despojados y asesinados por los bandidos que asaltan ese tren terrible que llaman La Bestia. La gente se ahoga en el Mediterráneo queriendo cruzar desde África a las costas del sur de Europa.(pag.459-60)