divendres, 14 d’agost del 2020

Chistes para ilustrar problemas filosóficos (IX)

El método científico


Desde la modernidad, la sociedad occidental, ha ido construyendo, eso que denominamos "método científico". Consiste en la contrastación entre teoría y práctica. Verificar hechos, construir hipótesis, analizar y extraer conclusiones sobre la base de esos hechos. El ejemplo clásico de Semmelweis es todo un hito. 


Semmelweis


La existencia de un problema, supone la necesidad de resolverlo, saber por qué sucede lo que sucede. A partir de ahí, construir hipótesis, es decir, explicaciones que permitan resolver el problema planteado. Desechar esas hipótesis, cuando no sean capaces de explicar los hechos, verificar resultados, volverlos a constrastarlos. Generalizar las conclusiones obtenidas para ampliar el campo de explicación. Inducción y deducción se dan la mano para ampliar nuestros conocimientos, sabiendo que estos son siempre provisionales e imperfectos. El conocimiento científico es siempre una tarea infinita.


"Un hombre entra en un bar con su perro y pide una consumición.

—¡Este perro no puede estar aquí! —le dice el camarero.


—Es mi perro lazarillo —responde el hombre sin perder la compostura.


—Ay, perdone —dice el barman—. Lo siento, a la primera copa le invita la casa.


El hombre coge su bebida y se va a una mesa cercana a la puerta.


Otro hombre entra en el bar con un perro.


El primer hombre le dice:


—No puedes entrar con el perro, a menos que le digas al barman que es tu perro lazarillo.


El segundo hombre le agradece cordialmente la información, se acerca a la barra y pide una bebida.


—¡Eh, ese perro no puede estar aquí! —le dice el camarero.


—Es mi perro lazarillo —responde el hombre.


—No creo —dice el camarero—. Los chihuahuas no son perros lazarillos.


El hombre reflexiona un momento y exclama:


—¿Cómo? ¿Me han dado un chihuahua?"*



Filosofía kantiana o trascendental


La filosofía de Kant no se atiene a como son las cosas en sí –noúmeno- ni tal como se presenta en su estado en bruto -empiría-, sino que pretende establecer las condiciones de posibilidad -trascendental- que hace posible el conocimiento. El sujeto kantiano debe atenerse, limitarse de acuerdo con “los intereses de mi razón”, es decir:

1)¿Qué puedo saber? 
2)¿Qué debo hacer? 
3)¿Qué me está permitido esperar? (KrV A 805/B833). 


1) En relación a la primera pregunta, establecerá su tesis del conocimiento sintético a priori, o lo que es lo mismo, su postura trascendental que supone que en el orden del conocimiento, lo dado es determinado por las estructuras de la razón humana. Por tanto, lo conocido es producto de la síntesis entre la materia en bruto de las percepciones -enseñanzas de Hume, que despierta al durmiente Kant-, y las estructuras a priori que determinan el objeto. 

Establecerá correspondencias entre el ámbito de la sensibilidad y las estructuras a priori del espacio y tiempo como condición de posibilidad para el conocimiento sensible y las estructuras a priori del entendimiento que denominará categorías como condición de posibilidad para poder pensar la pluralidad fenoménica.  Afirmará que la razón también tiene su propio campo específico a priori, es en este contexto, donde a aparece la metafísica como anhelo imperecedero del ser humano, en la búsqueda incesante de los conceptos básicos de la metafísica: Alma, Mundo y Dios. Sin embargo, dicho conocimiento suministrado por la razón, ya no es conocimiento objetivo. 

¿Habrá que seguir los consejos disolventes de Hume? La respuesta de Kant, es opuesta al "despertador" del sueño dogmático. Si bien los conceptos metafísicos no son verdadero conocimiento, tienen un valor, en tanto que son aspiraciones de la razón para cerrar el círculo del conocimiento. Son faros apostados en el horizonte que permiten dirigir nuestra atención hacia el conocimiento, como meta insuperable, pero irrenunciable del ser humano. El conocimiento que se forma la razón es denominado ilusiones trascendentales.


"Un hombre se está probando un traje hecho a medida y le dice al sastre:

—¡Hay que meter la tela de esta manga! ¡Es cinco centímetros demasiado larga!


—No, mire, si dobla el codo, le queda perfecta —dice el sastre.


—Ya, bueno… —continúa el hombre—. Pero ¡fíjese en el cuello! Cuando doblo el codo, el cuello se va para atrás.


—¿Y qué? —insiste el sastre—. Levante la cabeza y échela para atrás. Perfecto.


—Pero ¡es que ahora el hombro izquierdo está tres centímetros más abajo que el derecho! —dice el hombre.


—Ningún problema —responde el sastre—. Dóblese por la cintura hacia la izquierda y verá cómo se le recompone.


El hombre se marcha de la sastrería con el traje puesto, el codo doblado, la cabeza erguida y echada para atrás e inclinado hacia la izquierda. Sus andares se convierten en una especie de bamboleo espástico.


En una esquina, se cruza con dos transeúntes.


—Mira, un tullido —dice el primero—. ¡Pobre hombre, qué pena!


—¡Sí, pero su sastre debe de ser un genio! —responde el segundo—. El traje le sienta de maravilla."*




* Thomas Cathcart y Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar... La filosofía explicada con humor. Trad. Núria Pujol Valls, Editorial Planeta 2ªed. Barcelona, 2008.

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