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dilluns, 27 de febrer del 2023

¿Qué es tener una experiencia?



Quiero experiencias vivas e inmediatas...


"Todo un equipo de turistas atraviesa la sábana de arriba abajo, con una máquina que petardea y una nube de polvo detrás, para plantarse a veinte metros de tres grandes y malos leones… y no pasa nada. Como si no existiéramos. Esta fue mi experiencia definitiva con el mundo animal. Un desencanto total. Un encuentro de tipo cero. No compartimos el espacio animal. Invadimos su territorio o lo cruzamos, pero nunca nos reunimos con ellos. El zoo, el circo (cada vez menos), los parques naturales (cada vez más), las tierras de caza, los canales de televisión consagrados a los animales, las sociedades protectoras, los museos de la naturaleza, las casas para animales de todas clases; multiplicamos los lugares, las ocasiones y los modos de encuentro. La humanidad se pasa el tiempo observando a los animales. Hemos inventado toda clase de artefactos para ese fin. Nunca nos cansamos de él. Sin duda, para nosotros representan un mundo perfecto. Algo extraño, diferente de nuestro mundo, de nuestro incierto, jodido, caótico, desastre de mundo. Todo esto hace que el mundo animal nos parezca mucho mejor que el nuestro. Algunas veces parece tan ajeno que nos quedamos plantados delante de su perfección, estupefactos y sin habla y, a pesar de nuestros sinceros deseos, nos preguntamos si podríamos ser como ellos, convertirnos en una sociedad tan maravillosa como la de las hormigas o los pingüinos, donde todos tienen su sitio, de manera que la sociedad puede perpetuarse a sí misma, sin cambios, indefinidamente la misma e infinitamente perfecta. Encontrar nuestros lugares nos ha hecho pasar por malos momentos. Después de los desastres del siglo XX, las sociedades animales parecen haberse convertido en el ideal*." (Gérard Wacjman, Los animales que nos tratan mal).


dimarts, 2 d’octubre del 2018

Los chistes de Zizek

Slavoj Žižek


I

EL DESPLAZAMIENTO CRUCIAL en la «negación de la negación» es, por tanto, un cambio inesperado del mismísimo terreno: este cambio socava la posición del sujeto, y lo implica en la acción de una manera nueva y mucho más directa. He aquí una interesante muestra de uno de esos cambios: en una reunión del Partido Comunista local en Moscú, Petrov está leyendo un informe interminable. Cuando observa a un hombre evidentemente aburrido en la primera fila, le pregunta: «Eh, tú, ¿sabes quién es este tal Bulianov de quien estoy hablando?». «No tengo ni idea de quién es», le contesta el hombre, y Petrov le espeta: «¡Ves, si vinieras más a menudo a las reuniones del partido y prestaras más atención, sabrías quién es Bulianov!». Entonces el hombre le contesta en el mismo tono: «Y tú, Petrov, ¿sabes quién es Andréiev?». Petrov le contesta: «No, no sé quién es Andréiev». El hombre concluye sin perder la calma: «Si no asistieras tanto a las reuniones del partido y escucharas con más atención lo que ocurre en tu casa, ¡sabrías que Andréiev es el tipo que se está follando a tu mujer mientras tú pronuncias tus aburridos discursos!».

II

MIENTRAS EL ESCRITOR COMUNISTA TURCO Panait Istrati visitaba la Unión Soviética, a mediados de la década de los treinta, la época de las grandes purgas y los juicios farsa, un apologista soviético que intentaba convencerle de la necesidad de la violencia contra los enemigos citó el proverbio «No se puede hacer una tortilla sin romper los huevos», a lo que Istrati contestó: «Muy bien. Veo perfectamente los huevos rotos. Y ahora, ¿dónde está la tortilla?».

Lo mismo podríamos decir de las medidas de austeridad impuestas por el FMI; los griegos tendrían todo el derecho a decir: «Muy bien, estamos rompiendo nuestros huevos por Europa, pero ¿dónde está la tortilla que nos prometen?».

III

EN UN VIEJO CHISTE YUGOSLAVO que se burla de la corrupción policial, un agente regresa a su casa por sorpresa y se encuentra a su mujer desnuda en el lecho conyugal, evidentemente caliente y excitada. Sospechando que la ha sorprendido con un amante, empieza a mirar por toda la habitación en busca de un hombre escondido. La mujer palidece cuando el agente se inclina y mira debajo de la cama; pero, tras un breve diálogo entre susurros, el marido se incorpora con una sonrisa petulante y satisfecha: «Lo siento, amor mío, falsa alarma. No hay nadie debajo de la cama», dice, mientras en su mano aprieta un par de billetes de los grandes.

IV

A MENUDO ENCONTRAMOS EN LOS CHISTES un punto de vista imposible. Un chiste sexual chino contemporáneo nos relata una conversación entre dos hermanos gemelos cuando todavía son fetos en el vientre de su madre; uno le dice al otro: «Me encanta que nuestro padre nos visite, pero ¿por qué es tan grosero al final de cada visita y nos escupe?». El otro le contesta: «Es cierto, nuestro tío es mucho más amable: siempre viene con un hermoso sombrerito de goma en la cabeza para no escupirnos encima».

V

HAY UN VIEJO CHISTE JUDÍO que le encantaba a Derrida, en el que un grupo de judíos que está en una sinagoga admite públicamente su nulidad a los ojos de Dios. Primero, un rabino se pone en pie y dice: «Dios mío, sé que no valgo nada. ¡No soy nada!». Cuando ha terminado, un rico hombre de negocios se pone en pie y dice, dándose golpes en el pecho: «Dios mío, yo tampoco valgo nada, siempre obsesionado con la riqueza material. ¡No soy nada!». Tras este espectáculo, un judío pobre, corriente y moliente, se pone en pie y proclama: «Dios mío, no soy nada». El rico hombre de negocios le da una patadita al rabino y le susurra al oído con desdén: «¡Menuda insolencia! ¿Quién es este tío que se atreve a afirmar que él tampoco es nada?»

Slavoj Žižek, Mis chistes, mi filosofía. Col. Argumentos.Ed. Anagrama, Barcelona, 2015.