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dissabte, 4 de novembre del 2017

Ruta de la Plata (IV)

Día 4

Hemos salido de Plasencia más tarde de lo esperado. Hemos cogido la Autovía hacia Salamanca. La intención era pasar por Guijuelo, pero la hora y el poco tiempo que tenemos nos ha decidido dejarlo atrás e ir directamente a Salamanca.

Hemos pasado por Béjar, en la Autovía quedaba a nuestra derecha, teníamos ganas de ir, pero la premura de tiempo lo hace imposible. Béjar queda en una hondonada. Había sido un emporio industrial, del textil. Hoy, desgracia-damente no lo es.

Hemos llegado sobre las 11h. a Salamanca. El Parador Nacional está  justo al otro lado del río Tormes. El Parador Nacional es un edificio moderno y funcional, atípico, en comparación con los aparadores que hemos recorrido y los que recorreremos. El edificio es enorme. Si el edificio no tiene historia, si tiene en cambio, una vista sensacional de la catedral de Salamanca.



Hemos llegado que no había aún la habitación, y nos hemos ido a pasear por la Salamanca monumental. Desde el Parador hay un camino de tierra que acorta la distancia hasta el “Puente Romano”. Junto al río hay una pista de atletismo de calentamiento que saluda al visitante.



Hemos caminado por el “Puente Romano” hacia la otra orilla. Allí nos aguarda una escultura en homenaje al “lazarillo de Tormes”. La literatura y la historia se dan la mano en una ciudad monumental extraordinaria.



Hemos empezado a subir por la cuesta de la calle Tentenecio, tenía sabor a la tabla periódica, no éramos los únicos turistas, un grupo muy numeroso de ellos se arremolinaban delante de la guía que explicaba en ese momento el monumento al Lazarillo. Hemos pasado por el edificio del “Archivo de Salamanca ”, sobre la Guerra Civil. La calle, en la que está situado el edificio, es la calle Gibraltar, parece recordarnos las bromas e ironías de la historia.

A medida que nos acercabamos a la Catedral, está parecía crecer en tamaño, unas dimensiones colosales nos ha recibido a todos los turistas. Hemos entrado en la Catedral. Hemos pagado “religiosamente” al recinto y hemos podido acceder al reino de la piedra y el espíritu. Las dimensiones de la Catedral son colosales. Con el precio de la entrada se adjuntaba un teléfono que permitía oír según la numeración de cada área de la Catedral su historia. Un torrente de información corre hacia nuestros oídos y llega a un cerebro que debe procesar toda esta información.






Las fotos de rigor, se podía hacer muchos álbumes Hoffman con ellos. Es evidente que su enormidad expresaba un poder que iba más allá de lo humano. Después, hemos callejeado por la zona de la Universidad y calles adyacentes. Había mucho ambiente. Turistas y estudiantes hacían bullir a la ciudad.






Los edificios, todos los del centro, tienen en común la piedra y el color que lucen en todos ellos. Las edificaciones son de un estilo clásico. Da la impresión de edificios gubernamentales. Las calles confluyen en su famosa y bien merecida Plaza Mayor.





La Plaza es enorme en este momento la preside un elefante con la trompa  en el suelo haciendo equilibrio, el conjunto es chocante y delirante. Junto a los pórticos de la Plaza se congregaban cafeterías y restaurantes, amén de la oficina de información de turismo.

Hemos seguido hacía llegar a una iglesia circular denominada San Marcos, el límite de la zona turística de Salamanca. Más allá de ella, está la Avda. de Mirat que establece la frontera entre la Salamanca de los turistas y la de todos los días para la inmensa mayoría de los salmantinos.






En el trayecto, hemos visto un local para comer, en la calle Zamora, La Jamonería de Carmen. Nos hemos sentado en la terraza a contemplar el paisaje y paisanaje. Hemos comido unas tapas y una copa de vino blanco. He pedido jamón ibérico para no desentonar. Siguiendo la máxima: allí donde fueres haz lo que vieres. Excelente.




Después de comer, hemos desandado el camino, hasta llegar al Parador, donde nos hemos registrado y dejado las maletas. Hemos descansado, eran las 15.30h. Después he ido a correr un rato, junto al río y la pista de atletismo. He llegado hasta el “Puente de la Universidad”, y vuelta al hotel. Hacía un calor soportable.




Volver al hotel, ducha y volver a visitar la ciudad. Hemos cogido el “tren turístico”, que nos ha llevado por los rincones más turísticos y tópicos de la ciudad. Estaba lleno de turistas. El recorrido nos ha permitido coger aire y recrearnos la vista por los diferentes monumentos de la ciudad. El museo Casa Lis Museo de Art Nouveau y Art Decó, lugar singular donde los haya. 









Después hemos recorrido algunas calles hasta encontrar una tienda que habíamos visto con el “tren turístico”. El propietario, muy amable, nos ha contado que la ciudad se sostiene gracias a los estudiantes y los turistas que sostienen el comercio. Apenas hay industria. Su clientela proviene de Valencia y Barcelona, gracias a internet. La tienda se dedica a vender productos ibéricos (La élite de la Dehesa, calle San Pablo, 56)..







Después nos hemos dirigido al Parador a cenar. El comedor no tenida nada de regio, como en los otros Paradores. La buena noticia era que desde sus ventanales, se podía contemplar la Catedral iluminada. La escenografía es insuperable. Para no desentonar, la cena ha estado a la altura. Platos elaborados, cantidad justa y sabor excelente. El comedor estaba lleno, especialmente de japoneses. Nos ha atendido un joven muy simpático y dinámico que era de Holanda. Nos ha preguntado de dónde éramos, le hemos dicho de cerca de Barcelona, no la conoce, pero que le gustaría conocerla.




He hecho fotos nocturnas de la Catedral desde el Parador. Resulta agotador recorrer la ciudad. Sin embargo, Salamanca impresiona. Todo perfectamente impecable, edificios regios, naturalmente, no sé los problemas cotidianos de las personas que viven el día a día. Supongo que como todas las ciudades, movilidad,  vivienda, trabajo, llegar a fin de mes.  En todo caso, la impresión es que es una ciudad que no costaría demasiado adaptarse.

dijous, 2 de novembre del 2017

Ruta de la Plata (III)

3 día

A la mañana siguiente, desayuno principesco, tostadas con mantequilla y café. Todo estaba bien, no soy tiquismiquis. Recoger y pagar el hotel. He comprado varias postales y puntos de lectura como recuerdo. Aún no lo sabía, pero el Parador Nacional de Trujillo, ha sido el mejor de todos.



Nos dirigíamos a Plasencia, nuestra nueva parada. Hemos cogido la A-8 hacia Cáceres. No hemos parado. Tenemos la intención de volver, y Cáceres será nuestro destino. Después hemos seguido dirección Salamanca. En paralelo iba la carretera nacional. Hemos visto la construcción del AVE hacia Cáceres. La autovía no había mucho tránsito. Los paisajes son monótonos. Encinas, cabezas de ganada, nada de agricultura. Poca actividad agropecuaria.


                         

¿Por qué necesitan el AVE? Supongo que es una necesidad política, desde luego, no porque sea imprescindible. Dos autovías conectan Cáceres. Todos queremos tener infraestructura. ¡Incluso en Cataluña también las queremos!

Hemos salido en el desvío a Plasencia. Hemos seguido el indicador del Parador. Hemos aparcado justo detrás de la puerta de acceso para coches. Hemos tenido que dar la vuelta por calles empinadas hasta el Parador, antiguo convento, “edificio regio” donde los haya. Nos hemos trasladado a nuestra habitación, muy regia, con cama con dosel y con la efigie de la madre de Jesús. El cabezal de la cama labrado en madera. La estancia llena de luz da al patio del Parador. Vistas a la piscina y el horizonte de Plasencia.

Hemos salido a Plasencia en medio de una luz deslumbrante. Los monumentos se inician en el propio Parador Nacional. Después hemos ido por diferentes calles, que nos llevaban a Iglesias y casas solariegas, hasta llegar a la Plaza Mayor.




Hemos callejeado por sus calles, hasta salir al río Jerte y sus Murallas. Después no hemos encaminado hasta el Acueducto. Justo al lado de un parque. Hacía calor. Después hemos vuelto al Parador para comer.



Si en el Parador de Trujillo, la cantidad era contenida, aquí en Plasencia, era excesiva. El comedor amplio, era el antiguo refectorio. Había pocos comensales. Hemos escogido el “menú vendimia”. Incluía, una ensalada, carrillera de cerdo y hojaldre de peras y una copa de vino, Campobarro Pardina, un blanco muy suave. La comida estaba bien, pero era excesiva.










Después de la comida nos hemos idos a la habitación. Hemos caído rendidos. Ser turista es agotador. Después nos hemos conjurado para salir otra vez. Esta vez sin ningún objetivo concreto. Pasear. No hemos tachado objetivos. Hemos estado en su Plaza Mayor. Hemos visto las gentes que paseaban. ¿Qué sabes de ellos? Nada. Lo que hemos visto de la ciudad, nos recuerda a las ciudades de provincias, sean reales o imaginarias. LLamar a una ciudad provinciana, no es ningún agravio. 



También hemos cenado  en el Parador, media ración –gigante- de quesos de la tierra. Mañana nos espera Salamanca.

diumenge, 29 d’octubre del 2017

Ruta de la Plata (II)

Día 2

Hemos ido a Mérida. Hemos sido los primeros en desayunar. El comedor era muy bonito. Había de todo, selección de salado y dulce. La camarera nos ha atendido en exclusiva. Solo cuando ya nos íbamos ha entrado otra pareja.



Hemos salido del Parador sobre las 8.45h, dirección Mérida, a través de la Autovía hacia Badajoz. Sobre las 9.30h hemos llegado. Hemos tenido la fortuna de aparcar en la Avda. Juan Carlos I, muy cerca del Circo Romano. Éramos las primeras visitas y el encargado de los tickets ha sido muy amable y atento. Ésta ha sido nuestra primera parada en el pasado.



Hemos caminado por el escenario donde los romanos debían divertirse cuando las cuadrigas corrían por el escenario gigantesco. Sólo la imaginación hace posible pensar en ese escenario que hace casi dos mil años (s.I d.C), era real. Ese pasado tenía como nombre Augusta Emerita.






Después, nos hemos ido hacia el Anfiteatro y el Teatro. El escenario es realmente impresionante. Esas columnas las había visto en televisión, al natural ganan muchísimo. El teatro con sus columnas impresiona, no por lo que son, sino por lo que fueron. Los turistas, como nosotros, se hacían fotografías con los móviles en el escenario, emulamos a Rodero y compañía. Por supuesto, muchos no saben quiénes eran. Lo real nos transporta a la historia de un tiempo pasado, donde Augusta Emerita, era una ciudad importante del Imperio Romano.



Hemos entrado en el Museo Romano, obra de Rafael Moneo. La obra es austera y envuelve los tesoros acumulados de la antigua Augusta Emerita. En el museo solo resalta lo expuesto en sus paredes. La sobriedad de éstas permite realzar las esculturas, murales y mosaicos que pueblan el museo. Los dos niveles de altura permiten contemplar sus obras, especialmente, los mosaicos. La luz natural que entra, se agradece. Los tesoros romanos, algunos cotidianos, que el paso del tiempo, se convierten en tesoros, permiten hacerse una idea de ese mundo pretérito.









El calor arreciaba y  nos hemos ido Alcazaba. Desde ahí, se ve el puente romano. Es enorme y se codea con un puente moderno de Calatrava. En la ciudad hay cinco puentes. Las atraviesa el Guadiana. La Alcazaba es una estructura enorme, pero que el paso del tiempo ha deteriorado de forma notable. Desde sus murallas se ven vistas sobre una parte nueva de la ciudad,  y el Guadiana.




Después hemos paseado por las calles del casco monumental de Mérida. Entre sus calles, se encuentran tesoros como el “Templo de Diana” y el “Pórtico del Foro”. Justo al lado hemos comido en un local de nombre no demasiado imaginativo,  “La Extremeña”. La comida era buena, la música estaba muy bien, aunque demasiado alta. La camarera que nos ha atendido era muy atenta y profesional. ¡Qué más se puede pedir!




Después nos hemos ido a coger el coche, el calor había aumentado. Nos hemos  vuelto a Trujillo. Nos esperaban a las 17.10h una visita a sus monumentos.

Descansar y dirigirse a la Plaza Mayor de Trujillo. Allí nos hemos reunido unas quince personas para la visita guiada. Las visitas las organiza el punto de información del Ayuntamiento. A la hora indicada, un “guía oficial” iniciaba su presentación, con una voz algo monótona. La visita valía pena, pero la duración fue excesiva, tanto que nosotros no la seguimos hasta el final. Cerca de 2.45h fueron suficientes.


Las casi tres horas de despliegue de conocimientos de nuestro cicerone "oficial"  nos permitió hacernos una idea de lo más florido sobre el paisaje y paisanaje de Trujillo. En la cintura llevaba una suerte de gadget para amplificar su voz. El recorrido nos llevó desde la plaza y el significado de los balcones de sus palacios con vistas a la plaza Mayor. También nos explicó la inverosímil historia de la estatua ecuestre de Pizarro. La obra de Charles Cari Rumsey (1879-1922), hizo la obra en bronce sin cargo a la ciudad. La inauguración la presidió el Dictador Primo de Rivera (1929).



Después nos dirigimos hacia la cuesta de la calle Ballesteros, con casas con heráldica incluida. Llegamos hasta la iglesia de Santiago. Siguió explicandonos toda suerte de peripecias sobre los nobles de la ciudad. Durante unos minutos nos dejó descansar antes de emprender la ascensión a las imponentes murallas del castillo. La calle Alhamar nos llevó hasta sus puertas. El castillo tiene orígenes árabes. Sus imponentes murallas dominan la ciudad y nos permitían ver sus alrededores desde kilómetros a la redonda. Nuestro guía nos dijo de forma críptica que se habían rodado algunas películas, sin especificar. Después me entero que en unos de los capítulos de Juego de Tronos (El dragón y el lobo), aparecía el castillo y sus paisajes.




Después del castillo, hacia la casa museo de Pizarro. No tenía mucho interés, además nos contó la genealogía familiar. Exhaustiva e inútil. Se hizo eterna su explicación. Después nos fuimos a la joya de Truijillo, la Iglesia de Sta.María. La iglesia es imponente. Románico tardío, fue reconstruido en los siglos XV y XVI en estilo gótico. Posteriormente se tuvo que reconstruir la torre.




Mientras explicaba las vicisitudes de los nobles enterrados en la Iglesia, nosotros salimos a hurtadillas. Literalmente, desertábamos de un interminable recorrido turístico.

Después fuimos a cenar en el Parador. Unos raviolis especiales, muy buenos y sabrosos. De segundo bacalao. Y de postre, un helado de queso y sopa de yogurt. Tenía el aspecto de un huevo frito. Excelente. Después volvimos a la Plaza Mayor para hacer algunas fotografías nocturnas. La plaza estaba bastante desierta, había gente en las terrazas, pero, al día siguiente era lunes.