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dissabte, 19 de novembre del 2011

Desconcierto en Occidente


Observando lo que sucede en los países de las revueltas de primavera y la sangría de Libia y Siria, el porvenir no parece muy radiante. Incertidumbre es una palabra que ha pasado de ser un adjetivo para convertirse en una entidad ontológica. Es decir, se ha convertido en un modo de ser (existencial).

Que la plaza Tahir en el Cairo se llene de manifestantes es un buen síntoma democrático, pero que entre los manifestantes estén los Hermanos Musulmanes y afines resulta muy inquietante. Lawrence Wright, en "La torre elevada. Al-Qaeda y los orígenes del 11-S, ganadora del Premio Pulitzer,  nos analiza de manera magistral el proceso que condujo a la catastrófe y en ese proceso aparecen los Hermanos Musulmanes. Quieren un estado teocrático. Repito que en la plaza Tahir estén todas las fuerzas sociales y política debiera ser motivo de satisfacción, sin embargo, da miedo pensar que esas voces que se manifiestan contra los militares que ralentizan los procesos de transición hacia elecciones democráticas, pudieran acabar con la victoria islamista y la posterior deriva teocrática. ¿Qué percepción pueden tener esas sociedades que abrazan sistema que acaban con las libertades en nombre de dios?


Siria sigue su particular destrucción de la sociedad para mayor gloria de El Asad. Rusia avala la política sanguinaria y está dispuesta al veto en las ONU para evitar males mayores. Así que Occidente no tiene, al parecer mucho que ofrecer. Más allá de buenas palabras no hay compromisos. Libia ha sido un caso excepcional. La resistencia final del régimen ha sido numantina y trágica. Al parecer Saif al Islam, segundo hijo de Gadafi y futuro sucesor en el régimen ha sido detenido al sur del país. Libia se mezclaba un país dividido y muy poco poblado, y unas riquezas minerales importantísimas. Con la excusa humanitaria de defender a la población civil, Occidente se permitió  hacer de buen samaritano.

¿Qué pensarán en Palestina o Siria? ¿Acaso no son masacrados por su gobierno -Siria-, y cuando toca por las fuerzas de ocupación -Israel-en Palestina? ¿Por qué se hacen diferentes varas de medir?


Por cierto, mañana hay elecciones, si eres uno de los indignados -¿y quién no lo es?- puedes quedarte en casa y cultivar un virtuosismo virtual o bien bajas a la arena política, donde no hay gestos definitivos, ni transformaciones milagrosas ni recetas que lo curen todo, pero esos votos suponen una apuesta para que el ciudadano y el consumidor que somos, podamos fundirnos y exijamos otras políticas. ¡Amén!

diumenge, 2 d’octubre del 2011

Desaceleración y retroceso

En el plano internacional, Libia se desangra lentamente en medio del caos y la confusión. Organizaciones humanitarias denuncian torturas de los rebeldes contra soldados afines a Gadafi que literalmente se ha volatizado. La semilla del odio se ha extendido y lo que parecía un cambio de régimen se está convirtiendo en algo amorfo y siniestro. La OTAN participa en este escenario poco propicio para una transformación democrática. Mientras que Gadafi sigue siendo un obstáculo, en el Yemen, el resistente Saleh persiste obstinadamente en su cargo, a pesar de todos los pesares. El gobierno sirio sigue su escalada de represión. No podrá indefinidamente mantenerse así. Israel ha parado, de momento, la euforia Palestina. Podrá seguir construyendo asenta-mientos, reprimir a la población de los territorios ocupados, pero no tiene razón y ésta acabará prevaleciendo.


Lo que sucede en Rusia es simplemente asombroso. Medvédev y Putin han encontrado, por fin, la cuadratura del círculo. Un bucle virtuoso que les puede permitir alternar en el poder para siempre y además con aval democrático. Un auténtico hito en política. La política convertida en vodevil para asombro de propios y extraños. No sé cómo se lo tomarán los ciudadanos rusos, habituados al tejemaneje de las élites. Los tics de antaño reaparecen de la mano de ese “dúo dinámico” que acapara un poder que no debe de estar alejado de los antiguos secretarios y que Putin conoció en su puesto de resistencia democrática en el KGB. ¡Un mundo orwelliano!