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dilluns, 23 de gener del 2023

El lenguaje de lo políticamente (in)correcto (I)

Este fragmento*  puede herir las sensibilidades a flor de piel que en la actualidad se ha extendido en la lógica de las "figuras de la maldad**" (M.Cruz). La apoteosis de lo políticamente correcto, lleva a la generalización de la víctima o "cuasi-víctima". Se difumina la acción y se subraya al agente del mal. Por ejemplo, al conductor -iba a decir, desaprensivo, en esta nueva lógica- que quiere ir en su automóvil, en vez de ir en transporte público. 




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"(...) Centupliquemos el precio del combustible: salir de paseo es perverso, y mantener tu casa a una temperatura agradable es antisocial. Asegurémonos de que todo frasco de medicamentos sólo pueda abrirse con una sierra, o una carga de nitroglicerina.

»Mientras, continuemos con nuestra edificante tarea. Exijamos empleo para la proporción adecuada de hombres, mujeres, homosexuales, gente de otras razas y discapacitados. Limitemos el acceso a las universidades a los inteligentes, los cultos y los que estudian, para que puedan entrar los "mentalmente débiles". Excluyamos de las bibliotecas y las librerías los libros que hacen observaciones poco delicadas. Mejor aún, prohibamos su publicación. Mantengámonos atentos a las frases incorrectas, reprendamos públicamente al ofensor, llevémosle ante los tribunales y multémoslo. O démosle una paliza, que nadie nos denunciará…” (pág.151-152)


divendres, 9 d’octubre del 2020

Chistes filosóficos (XVIII)

Filosofía social y política 






Los chistes*...

[1]

Trudy y Josephine se apuntaron a un safari por la Australia meridional. Una noche un aborigen en taparrabos se coló en su tienda, sacó a Trudy de su catre y se la llevó a la jungla donde «le hizo lo que le dio la gana». No la encontraron hasta la mañana siguiente, tumbada y aturdida al pie de una palmera. La condujeron a toda prisa al hospital de Sidney para que la examinaran y se recuperara. Al día siguiente, Josephine visitó a Trudy, y vio que su amiga estaba muy decaída.

—Te debes de sentir fatal —dijo Josephine.

—¡Claro que me siento fatal! —respondió Trudy—. Han pasado veinticuatro horas y ni una postal, ni unas flores… ¡ni siquiera me ha llamado!


[2]

A la señora Parker la convocan para formar parte de un jurado pero ella pide que la dispensen, puesto que no cree en la pena capital. El defensor público le dice:

—Señora, no es un juicio por asesinato. Es un proceso civil. Una mujer ha denunciado a su ex marido porque perdió en las apuestas los veinticinco mil dólares que había prometido invertir en las reformas del baño como regalo de cumpleaños para ella.

—De acuerdo, participaré en el juicio —dice la señora Parker—. Puede que esté equivocada en lo de la pena de muerte.


Más que un chiste es un acertijo que explora la tendencia natural a los prejuicios:

[3]

Un hombre es testigo de un terrible accidente en bicicleta de su hijo. Sale corriendo, lo coge, lo coloca en el asiento de atrás de su coche y se va corriendo a urgencias. Cuando llevan al chico al quirófano, su cirujano dice:

—¡Oh, Dios mío! ¡Es mi hijo!


[4]

Aparece Dios ante Adán y Eva en el jardín del Edén y anuncia que tiene dos dones, uno para cada uno, y que le gustaría que eligieran cuál quieren.

—El primer don es el de orinar de pie —dice. Adán, sin dar tiempo a Eva reaccionar, dice:

—¿Mear de pie? ¡Debe de ser la leche! ¡Ése lo quiero yo!

—De acuerdo —dice Dios—. Te lo concedo, Adán. Eva, a ti te toca el otro: los orgasmos múltiples.


[5]

Dos hombres, crupieres de un casino, están esperando ante la mesa de los dados. Llega una rubia explosiva y apuesta 20 000 dólares a una sola tirada de dados.

—Espero que no os importe. Pero la suerte me sonríe más cuando estoy desnuda —dice mientras se quita la ropa. Tira los dados y grita:

—¡Venga, cariño, mamá necesita ropa nueva!

Cuando los dados se detienen, ella empieza a dar saltos, gritando:

—¡SÍ! ¡SÍ! ¡HE GANADO! ¡HE GANADO!

Abraza a cada uno de los crupieres, coge la ropa y lo que ha ganado, y se marcha inmediatamente. Los crupieres se miran uno al otro, boquiabiertos. Finalmente, uno de ellos pregunta:

—¿Qué jugada le ha salido?

Y el otro responde:

—No lo sé, pensaba que lo estabas mirando tú.


[6]

Un hombre entra en el banco y pide un préstamo de doscientos dólares durante seis meses. El agente bancario le pregunta qué bienes pueden avalarle. El hombre responde:

—Tengo un Rolls-Royce. Aquí tiene las llaves. Quédeselas hasta que acabe de devolver el préstamo.

Seis meses después el hombre regresa al banco, paga los doscientos dólares más diez dólares de intereses y recupera su Rolls. El agente bancario le dice:

—Señor, si no es indiscreción, ¿cómo es posible que un hombre que conduce un Rolls necesite un préstamo de doscientos dólares?

El hombre responde:

—Tuve que irme a Europa durante seis meses y, ¿dónde, sino aquí, podía guardar el Rolls por sólo diez dólares?



* Thomas Cathcart y Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar... La filosofía explicada con humor. Trad. Núria Pujol Valls, Editorial Planeta 2ªed. Barcelona, 2008.

PD: La frase que aparecía en Héroes de nuestro tiempo, pertenecía a Winston Churchill.