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dimecres, 2 de novembre del 2011

D. Innerarity vs A.Hirschman


Me gustaría comentar el artículo de Daniel Innerarity “Los sueños y las urnas” (29/10/2011 El País). Comenta con acierto que: “Una sociedad es democráticamente madura cuando ha asimilado la experiencia de que la política es siempre decepcionante y eso no le impide ser políticamente exigente.” Probablemente Innerarity es unos de los pocos intelectuales que ha sabido captar la complejidad de nuestro tiempo y remarca la necesidad de construir un modelo conceptual capaz de dar respuestas a los nuevos retos que la sociedad líquida (Z.Bauman) nos plantea. Ya sea en su obra “Ética de la hospitalidad”-en este mismo blog, hay una síntesis de las ideas que plantea-,o bien en “El futuro y sus enemigos” ed.Paidós.



Plantea un problema: “Uno de los síntomas de la mala calidad de nuestro espacio público es la creciente influencia de grupos y personas que no han entendido esta lógica y practican una insistente despolitización”. Así puede hablar del 15-M, de los sindicatos de los lobbies de toda especie. La democracia es por su propia constitución deficitaria. Porque sabe que no hay soluciones mágicas. Por eso puede decir: “Una cierta debilidad institucional unida a un conjunto de factores sociales y tecnológicos ha desestructurado el espacio de la reivindicación y la protesta, que está tan desregulado como los mercados.” La indignación expresa una frustración infantil, porque si no se puede organizar políticamente, lo que hace es deslegitimar el modelo democrático de partidos. La indignación es el síntoma para Innerarity que nuestro entramado institucional es débil y no es capaz de dar salida –A.Hirschman- pero tampoco voz o lealtad –A.Hirschman-. Es decir, la indignación en nuestro mundo líquido tiene la virtud de una “salida” en el sentido de optar por otras alternativas,pero resulta estéril, o bien supone la necesidad de expresar la frustración –voz- pero en una sociedad mediática esa voz no puede ser escuchada nítidamente, hay excesivo ruido de fondo, ni es posible la lealtad debido a la erosión de las ideologías.



Las urnas nos dice es el recipiente de nuestros sueños, sabiendo que no podemos aspirar a realizarlos todos ni siquiera una pequeña parte, y la política es la herramienta que las sociedades democráticas deben utilizar para que esos sueños depositados en las papeletas puedan ser construidos a través del diálogo y el compromiso. Resulta extraño que en dicho artículo no se haga mención al País Vasco ni a la izquierda nacionalista que pretende precisamente lo contrario de lo que dice el autor. Lo quiere todo y ahora mismo. Es obvio que esa estrategia no es democrática.