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dimecres, 4 de gener del 2023

Reseña: El naufragio de la civilización (IV)

 


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“Durante la infancia, tenía lógicamente las mismas convicciones que mis padres. Oía los relatos de mi madre acerca de lo que “habíamos” perdido en Heliópolis o en Alejandría y me entristecía. (…O Aún me acuerdo de las expresión que usó uno de los “desmigrantes” más recientes para describir la vida bajo el nuevo régimen revolucionario”. (pág.43)

Ese nuevo régimen autoritario –Abdel Nasser- hacía que “todo lo que no está prohibido es obligatorio” (pág.44). Dice Maalouf respecto a esa frase “que considero una excelente definición del autoritarismo” (pág.44).

¿Puede la injusticia personal, deformar la revolución que se llevaba a cabo en Egipto de la mano del rais? Como dice con honestidad nuestro autor “Si me hubiera empecinado en no ver en el rais sino el azote que había sido para mi familia, me habría dado la impresión de estar colocando nuestros mezquinos intereses por encima de los principios universales” (pág.44)

En su ambigua postura acerca de la figura de Nasser, puede decir cosas de alabanza y censura. “En ciertos aspectos, Nasser fue el último gigante del mundo árabe, quizá incluso su última oportunidad para levantar cabeza. (…) No obstante, cometió equivocaciones tan torpes y en tantas cuestiones esenciales que sólo dejó una estela de amargura, remordimientos y decepción. Abolió el pluralismo para instaurar un partido único; le cerró la boca a la prensa, que había gozado de bastante libertad en el régimen anterior; recurrió a los servicios secretos para acallar a quienes se le oponían; su gestión de la economía egipcia fue burocrática, ineficaz y, en último extremo, ruinosa; su demagogia nacionalista lo condujo al precipicio, y a todo el mundo árabe de paso…” (pág.45)
Concluye diciendo: “Queda claro que el balance me supone dudas sustanciales, sin tener siquiera que incluir en la ecuación la variable “egoísta”, a saber, que echó a mi familia de su paraíso.”(pág.45)

Amin Maalouf, habla acerca del “Panteón de Jano”. En ese panteón caben sin duda, las dos figuras antitéticas con conformaron Egipto. Nasser y Churchill. Acusa a Churchill de obstinado, al haber ninguneado a Nahhas Pachá, “un patriota moderado, un patricio occidentalizado, un partidario audaz de la modernidad, que llegó incluso a poner en manos de un hombre de la Ilustración como Taha Hussein la cartera de Educación”. (…) Sin la matanza del 25 de enero, que Churchill no ordenó, pero sí autorizó, es posible que hubiera prevalecido otra forma de patriotismo y el porvenir de Egipto, así como el del mundo árabe en conjunto, podría haber seguido por otra vía” (pág.47).

Es difícil reescribir la historia. Las posibilidades de “y…si…” permiten elaborar narraciones contra factuales de envergadura. Todo podía haber sido diferente, pero desgraciadamente, los hechos fueron los que han conformado nuestro siglo XX. Mayor culpa de Churchill, es en el caso de Irán, que logró que los norteamericanos organizasen un golpe de Estado en 1953. La causa, fue reclamar mayores ingresos del petróleo. La consecuencia de estas acciones, vistas con la perspectiva que da el tiempo es que “favoreció la emergencia del nacionalismo árabe en su versión autoritaria y xenófoba; y su actuación en Irán le allanó el camino al islamismo jomeinista” (pág.48).

“Atrapados entre dos fuerzas indomeñables, la de la rabia árabe, que iba creciendo, y la de la arrogancia occidental, que golpeaba a derecha e izquierda con la sutileza de un paquidermo borracho, los míos estaban perdidos hicieran lo que hicieran.” (pag.49)