dijous, 9 de novembre del 2017

Ruta de la Plata (V)


Día 5

Despertarnos (…) y desayunar. El comedor para el desayuno era funcional y había todo lo que uno puede comer. Eran las 9h cuando desayunábamos. Como siempre hay dulce y salado. Café con leche imprescindible.

Hemos vuelto a la ciudad a recorrer sus calles, que nos ha llevado hasta la estatua de Colón, junto a los juzgados. Hemos visto abogados y presumiblemente clientes. Gran Vía y Plaza Mayor. Después hacia el hotel. Pagar y tomar dirección a Zamora.

La autovía nos ha conducido hacia Zamora, el terreno iba cambiando. Había más zonas de cultivo. Cereales, maíz, girasoles, etc. Hemos pasado al lado del Centro Penitenciario de los Topas, aún en la provincia de Salamanca y cerca ya la de Zamora. Resulta inquietante, este recordatorio de los delitos y faltas y la prisión.

Hemos tomado la salida hacía Zamora, centro de la ciudad. Hemos atravesado el Duero y siguiendo las indicaciones hemos llegado a la Plaza Viriato, donde se encuentra el  Parador Nacional, “Palacio de los condes de Alba y Aliste”. El edificio es ya un auténtico monumento.








Hemos salido a visitar la ciudad sobre las 11.30h. En la Plaza Mayor, muy modesta, comparada con Salamanca, junto a la iglesia románica de San Juan de Puerta Nueva, hemos cogido el “tren turístico”, este nos ha llevado por todo el centro monumental de la ciudad. En la Plaza Mayor, destaca las esculturas de dos nazarenos. La Semana Santa debe ser todo un espectáculo. Pude comprobar que algunas cofradías ya se preparan. Se oía música –trompetas y tambores- de Semana Santa.






Hemos salido hacia el río Duero, a través del Puente de Piedra (puente romano) y nos ha dado un recorrido que nos permite contemplar la Catedral y las murallas, finalizando en el mismo de inicio.



Gracias al recorrido turístico, ya teníamos una idea de lo que podíamos ver. Hemos visitado la Catedral. No tiene el esplendor de Salamanca, pero sigue siendo una Catedral. La ciudad está poblada de iglesias románicas de todas las facturas. Hasta veinte iglesias pueblan la capital zamorana.






Hemos comido cerca de la Catedral. Menú casero. Los platos eran pasables. El restaurante no pretendía alardes culinarios, sino dar de comer. Después hemos seguido haciendo el recorrido, hasta llegar otra vez a la Plaza Mayor. Hemos ido fotografiando, como en un safari, todas las piezas que encontrábamos a nuestro paso. Hemos contemplado la calle Balborraz, digna de una subida de primera categoría en la Vuelta. Como hacía demasiado calor, hemos decidido volver al Parador.




Descansar, lo necesitábamos. Después nos hemos puesto otra vez en marcha, hacia la Plaza Mayor. Nos hemos ido a las murallas, para ver la Zamora cotidiana. Iglesias románicas salpican las calles zamoranas. A esa hora, empezaba haber más ambiente en las calles, paseando por una de las calles principales, Santa Clara. Bares y terrazas se llenaban de gente de todas las edades.












Hemos llegado hasta la Avda. Portugal. Hemos atravesado la avenida y nos hemos ido hasta el parque de la Marina. Había una feria de libros antiguos  y de ocasión. Hemos vuelto sobre nuestros pasos hasta el Parador. Llamaba la atención los grupos de mujeres de la 3ª edad que paseaban juntas. Cuando las ves, piensas en los maridos que han abandonado este mundo.

Antes de la cena, hemos tomado una caña en el bar del Parador. La terraza es magnífica. Se estaba bien, después del calor sufrido. La cena ha estado bien. Nunca sabes si aciertas en la elección. No hay segundas oportunidades. Croquetas de bogavante y pollo asado y de postre una especialidad de la casa “cañas zamoranas”. 

Después hemos vuelto a salir a realizar las últimas fotos nocturnas de la ciudad. La Catedral y el Puente Romano sobre el Duero, han sido los escenarios escogidos. Nos ha llamo poderosamente la atención el hecho que las cigüeñas estuvieran encima de las iglesias. No las habíamos visto durante el día. En cada iglesia las cigüeñas se habían hecho fuertes en los campanarios.







Después hemos vuelto al Parador. El día ha sido exhaustivo. Ciudad monumental, sin el carisma de Salamanca, pero destila autenticidad y dignidad. Mañana toca León.

dissabte, 4 de novembre del 2017

Ruta de la Plata (IV)

Día 4

Hemos salido de Plasencia más tarde de lo esperado. Hemos cogido la Autovía hacia Salamanca. La intención era pasar por Guijuelo, pero la hora y el poco tiempo que tenemos nos ha decidido dejarlo atrás e ir directamente a Salamanca.

Hemos pasado por Béjar, en la Autovía quedaba a nuestra derecha, teníamos ganas de ir, pero la premura de tiempo lo hace imposible. Béjar queda en una hondonada. Había sido un emporio industrial, del textil. Hoy, desgracia-damente no lo es.

Hemos llegado sobre las 11h. a Salamanca. El Parador Nacional está  justo al otro lado del río Tormes. El Parador Nacional es un edificio moderno y funcional, atípico, en comparación con los aparadores que hemos recorrido y los que recorreremos. El edificio es enorme. Si el edificio no tiene historia, si tiene en cambio, una vista sensacional de la catedral de Salamanca.



Hemos llegado que no había aún la habitación, y nos hemos ido a pasear por la Salamanca monumental. Desde el Parador hay un camino de tierra que acorta la distancia hasta el “Puente Romano”. Junto al río hay una pista de atletismo de calentamiento que saluda al visitante.



Hemos caminado por el “Puente Romano” hacia la otra orilla. Allí nos aguarda una escultura en homenaje al “lazarillo de Tormes”. La literatura y la historia se dan la mano en una ciudad monumental extraordinaria.



Hemos empezado a subir por la cuesta de la calle Tentenecio, tenía sabor a la tabla periódica, no éramos los únicos turistas, un grupo muy numeroso de ellos se arremolinaban delante de la guía que explicaba en ese momento el monumento al Lazarillo. Hemos pasado por el edificio del “Archivo de Salamanca ”, sobre la Guerra Civil. La calle, en la que está situado el edificio, es la calle Gibraltar, parece recordarnos las bromas e ironías de la historia.

A medida que nos acercabamos a la Catedral, está parecía crecer en tamaño, unas dimensiones colosales nos ha recibido a todos los turistas. Hemos entrado en la Catedral. Hemos pagado “religiosamente” al recinto y hemos podido acceder al reino de la piedra y el espíritu. Las dimensiones de la Catedral son colosales. Con el precio de la entrada se adjuntaba un teléfono que permitía oír según la numeración de cada área de la Catedral su historia. Un torrente de información corre hacia nuestros oídos y llega a un cerebro que debe procesar toda esta información.






Las fotos de rigor, se podía hacer muchos álbumes Hoffman con ellos. Es evidente que su enormidad expresaba un poder que iba más allá de lo humano. Después, hemos callejeado por la zona de la Universidad y calles adyacentes. Había mucho ambiente. Turistas y estudiantes hacían bullir a la ciudad.






Los edificios, todos los del centro, tienen en común la piedra y el color que lucen en todos ellos. Las edificaciones son de un estilo clásico. Da la impresión de edificios gubernamentales. Las calles confluyen en su famosa y bien merecida Plaza Mayor.





La Plaza es enorme en este momento la preside un elefante con la trompa  en el suelo haciendo equilibrio, el conjunto es chocante y delirante. Junto a los pórticos de la Plaza se congregaban cafeterías y restaurantes, amén de la oficina de información de turismo.

Hemos seguido hacía llegar a una iglesia circular denominada San Marcos, el límite de la zona turística de Salamanca. Más allá de ella, está la Avda. de Mirat que establece la frontera entre la Salamanca de los turistas y la de todos los días para la inmensa mayoría de los salmantinos.






En el trayecto, hemos visto un local para comer, en la calle Zamora, La Jamonería de Carmen. Nos hemos sentado en la terraza a contemplar el paisaje y paisanaje. Hemos comido unas tapas y una copa de vino blanco. He pedido jamón ibérico para no desentonar. Siguiendo la máxima: allí donde fueres haz lo que vieres. Excelente.




Después de comer, hemos desandado el camino, hasta llegar al Parador, donde nos hemos registrado y dejado las maletas. Hemos descansado, eran las 15.30h. Después he ido a correr un rato, junto al río y la pista de atletismo. He llegado hasta el “Puente de la Universidad”, y vuelta al hotel. Hacía un calor soportable.




Volver al hotel, ducha y volver a visitar la ciudad. Hemos cogido el “tren turístico”, que nos ha llevado por los rincones más turísticos y tópicos de la ciudad. Estaba lleno de turistas. El recorrido nos ha permitido coger aire y recrearnos la vista por los diferentes monumentos de la ciudad. El museo Casa Lis Museo de Art Nouveau y Art Decó, lugar singular donde los haya. 









Después hemos recorrido algunas calles hasta encontrar una tienda que habíamos visto con el “tren turístico”. El propietario, muy amable, nos ha contado que la ciudad se sostiene gracias a los estudiantes y los turistas que sostienen el comercio. Apenas hay industria. Su clientela proviene de Valencia y Barcelona, gracias a internet. La tienda se dedica a vender productos ibéricos (La élite de la Dehesa, calle San Pablo, 56)..







Después nos hemos dirigido al Parador a cenar. El comedor no tenida nada de regio, como en los otros Paradores. La buena noticia era que desde sus ventanales, se podía contemplar la Catedral iluminada. La escenografía es insuperable. Para no desentonar, la cena ha estado a la altura. Platos elaborados, cantidad justa y sabor excelente. El comedor estaba lleno, especialmente de japoneses. Nos ha atendido un joven muy simpático y dinámico que era de Holanda. Nos ha preguntado de dónde éramos, le hemos dicho de cerca de Barcelona, no la conoce, pero que le gustaría conocerla.




He hecho fotos nocturnas de la Catedral desde el Parador. Resulta agotador recorrer la ciudad. Sin embargo, Salamanca impresiona. Todo perfectamente impecable, edificios regios, naturalmente, no sé los problemas cotidianos de las personas que viven el día a día. Supongo que como todas las ciudades, movilidad,  vivienda, trabajo, llegar a fin de mes.  En todo caso, la impresión es que es una ciudad que no costaría demasiado adaptarse.

Libertad de expresión: Cuixart y Sánchez


dijous, 2 de novembre del 2017

Ruta de la Plata (III)

3 día

A la mañana siguiente, desayuno principesco, tostadas con mantequilla y café. Todo estaba bien, no soy tiquismiquis. Recoger y pagar el hotel. He comprado varias postales y puntos de lectura como recuerdo. Aún no lo sabía, pero el Parador Nacional de Trujillo, ha sido el mejor de todos.



Nos dirigíamos a Plasencia, nuestra nueva parada. Hemos cogido la A-8 hacia Cáceres. No hemos parado. Tenemos la intención de volver, y Cáceres será nuestro destino. Después hemos seguido dirección Salamanca. En paralelo iba la carretera nacional. Hemos visto la construcción del AVE hacia Cáceres. La autovía no había mucho tránsito. Los paisajes son monótonos. Encinas, cabezas de ganada, nada de agricultura. Poca actividad agropecuaria.


                         

¿Por qué necesitan el AVE? Supongo que es una necesidad política, desde luego, no porque sea imprescindible. Dos autovías conectan Cáceres. Todos queremos tener infraestructura. ¡Incluso en Cataluña también las queremos!

Hemos salido en el desvío a Plasencia. Hemos seguido el indicador del Parador. Hemos aparcado justo detrás de la puerta de acceso para coches. Hemos tenido que dar la vuelta por calles empinadas hasta el Parador, antiguo convento, “edificio regio” donde los haya. Nos hemos trasladado a nuestra habitación, muy regia, con cama con dosel y con la efigie de la madre de Jesús. El cabezal de la cama labrado en madera. La estancia llena de luz da al patio del Parador. Vistas a la piscina y el horizonte de Plasencia.

Hemos salido a Plasencia en medio de una luz deslumbrante. Los monumentos se inician en el propio Parador Nacional. Después hemos ido por diferentes calles, que nos llevaban a Iglesias y casas solariegas, hasta llegar a la Plaza Mayor.




Hemos callejeado por sus calles, hasta salir al río Jerte y sus Murallas. Después no hemos encaminado hasta el Acueducto. Justo al lado de un parque. Hacía calor. Después hemos vuelto al Parador para comer.



Si en el Parador de Trujillo, la cantidad era contenida, aquí en Plasencia, era excesiva. El comedor amplio, era el antiguo refectorio. Había pocos comensales. Hemos escogido el “menú vendimia”. Incluía, una ensalada, carrillera de cerdo y hojaldre de peras y una copa de vino, Campobarro Pardina, un blanco muy suave. La comida estaba bien, pero era excesiva.










Después de la comida nos hemos idos a la habitación. Hemos caído rendidos. Ser turista es agotador. Después nos hemos conjurado para salir otra vez. Esta vez sin ningún objetivo concreto. Pasear. No hemos tachado objetivos. Hemos estado en su Plaza Mayor. Hemos visto las gentes que paseaban. ¿Qué sabes de ellos? Nada. Lo que hemos visto de la ciudad, nos recuerda a las ciudades de provincias, sean reales o imaginarias. LLamar a una ciudad provinciana, no es ningún agravio. 



También hemos cenado  en el Parador, media ración –gigante- de quesos de la tierra. Mañana nos espera Salamanca.