dimarts, 2 de juliol del 2019

Distopía universal: Ayudar a los pobres no sale a cuenta

Las dos imágenes comprimen de manera nítida el significado del poder. Arriba dos mandatarios, antagónicos donde los haya y sin embargo, no paran de encontrarse. Un dictador sanguinario, y un presidente de EE.UU que no tiene parangón en los anales de los inquilinos de la Casa Blanca. Un dictador que pasa por ser la primera dinastía comunista, el otro, un multimillonario, que tiene un límite en su mandato. 



Uno manda en Corea del Norte, con el beneplácito de China y Rusia, dos de los baluartes de los derechos humanos. Mientras que EE.UU va en la dirección de saltarse todos los derechos humanos en nombre de la seguridad nacional o lo que corresponda. 

            

En la siguiente fotografía, se capta el momento en que la capitana del Sea Watch3, Carola Rackete es detenida en nombre de la ley. Italia se ha convertido de la mano de Salvini, ministro del interior italiano, en un auténtico laboratorio de despropósitos. Se le acusa nada menos que de un delito de favorecimiento del tráfico ilegal de personas. Ahora, en el mundo orwelliano en el que estamos adentrándonos, ayudar a salvar vidas en el Mediterráneo, se ha convertido en delito por obra y gracia de esa nueva fauna política que prolifera al amparo de un mundo desnortado y sin entrañas. 


Salvini debe de estar muy satisfecho, salir en la prensa internacional como baluarte contra la invasión silenciosa que trata de alcanzar las costas italianas. ¡La UE subvenciona alegremente a los grupos armados de Libia, para evitar que los desesperados que huyen de las guerras  puedan llegar a territorio sagrado de Europa. Supongo de la Mafia, la Camorra y la Ndrangheta, deben mirárselo con simpatía los esfuerzos de Salvini.

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