dimarts, 5 de juliol del 2016

Recomendaciones veraniegas: Melville y las Blacanblus

La reseña se centra en el cuento de Herman Melville, Bartleby, l’escrivent, trad.Mique Desclot, labutxaca. Hay traducción en castellano.

La historia es narrada por el abogado que en su despacho de NY transcurre la historia. El subtítulo de la obra es “Una historia de Wall Street”. La historia se sitúa en 1856, año de su publicación.  Walt Street no es lo que era. Sin embargo, está plantada la semilla del capitalismo triunfante. Un abogado, unos trabajadores, entre ellos, Bartleby. Trabaja a destajo. Sin pausa. Copia contratos y toda clase de documentos. No habla, no se levanta, no pierde el tiempo. Sin embargo, la catástrofe aparece cuando ante la petición de su jefe de verificar unos documentos, pronuncia la frase que lo cambia todo:” - Preferiria no fer-ho” [Preferiría no hacerlo] (pàg.19). A partir de aquí, cualquier sugerencia del propietario, será un bíblico: “Preferiria no fer-ho”. Bartleby, parece como si se hubiera quitado un peso de encima. A partir de esta sentencia, todas las sugerencias, amenazas, gritos, todo parece resbalarle. Es inmune a todo. El abogado, simpatiza con Bartleby. No acaba de entender lo que sucede, ni lo que quiere. Bartleby, no quiere un sueldo mejor, unas vistas mejores, desde el despacho, parece no querer nada de nada. No tiene miedo ni a las amenazas ni halagos ¿Qué se hace ante estas situaciones? Acaba en prisión. No quiere nada de nadie. Ni ayuda ni consuelo. Por cierto, en prisión el abogado pronuncia las palabras que aparecen en Job 3,14. El texto acaba con las enigmáticas palabras: Ah, Bartleby! Ah, humanitat! (pàg.63)

He intentado una reseña plana, sin ánimo de análisis, no me siento competente. Sin embargo, el caso Bartleby, le sirve al filósofo Byun-Chul Han, para dedicarle un capítulo en su obra “La societat del cansament”, ed. Herder.

En el caso Bartleby, Han dialoga con Deleuze y Agambe. Al primero, contrapone hacer una lectura metafísica, frente a la interpretación de carácter patológico. Bartleby es elevado a categoría de “animal laborans”. Han viene a decirnos que si reducimos a Bartleby a esa categoría, no lograremos entender nada.

El caso Bartelby se expresa en una sentencia que pronuncia: “I would prefer not to” (“preferiría no hacerlo”). Han contrapone el “NO” –potencia negativa- a una apatía que se extenderá a lo largo de toda la obra.

Según Han, el mundo de Bartleby, es la sociedad disciplinaria, no hay lugar, pues, a la depresión y la falta de autoestima. No hay un “yo” amenazado.

Si la interpretación de Deleuze, no satisface a Han, otro tanto sucede con la de Agamben. A éste le recrimina que su interpretación “ontoteológica” se desentienda del aspecto patológico y no resista los propios hechos de la narración. Redondea la crítica su falta de perspectiva en el “gir estructural psiquic de l’actualitat” [giro estructural psíquico de la actualidad](pàg.56). Al decir de Agamben, “Bartleby personifica, per tant, l’esperit, l’esser de pura potencia” [Bartleby personifica, por tanto, el espíritu, el ser de pura potencia](G.Agamben). Al decir de Han, “Agamben fa de Bartleby missatger angelical, un àngel d’anunciació, el qual, tanmateix, “no afirma res de res”[Agabem hace de Bartleby mensajero angelical, un angel de anunciación, el cual, así mismo,’no afirma nada de nada] (pàg.57). En contra de esta descripción, en la obra, Bartleby es quien rechaza cualquier encargo para ir a la oficina de correo (H.Melville, Bartleby, pàg.27).

Finalizo con las notas que sobre esta obra nos dice J.L.Borges, traductor de la obra de Melville. En su Miscenánea, nos da algunas claves literarias para comprender la obra de Melville. Allí nos enteramos –me entero-, que “[Bartleby] pertenece al volumen titulado The Piazza Tales (1856, Nueva York y Londres). Bartleby define ya un género que hacia 1919 reinventaría y profundizaría Frank Kafka: el de las fantasías de la conducta y del sentimiento o, como ahora malamente se dice, psicológicas. Por lo demás, las páginas finales de Bartleby, no presienten a Kafka; más bien aluden o repiten a Dickens (…)” (J.L. Borges. Miscelánea, ed.Deblsillo, pág.129)


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